Cómo combatir las pseudociencias y la fe irracional. ¿Debemos ser guerreros o diplomáticos? (y III)

Cómo combatir las pseudociencias y la fe irracional. ¿Debemos ser guerreros o diplomáticos? (y III)
Facebook Twitter Flipboard E-mail

Pero, en fin, todos tenemos debilidades. Al igual que es natural que nos dejemos llevar por la fe irracional, también es natural que nos enojemos o nos sintamos profundamente frustrados al encontrarnos frente a una persona que no piensa lúcidamente, repitiendo los mismos lugares comunes de todos los que se dejan guiar por las pseudociencias. Y además resulta de todo punto desesperanzador tratar de convencer de que no piensa lúcidamente a alguien que no piensa lúcidamente.

Así que acabamos tratándole como una criatura inferior, disminuida psíquica e intelectualmente. Y aquí acaba la diplomacia para transformarse en agresión: tal vez sea una persona inferior intelectualmente, pero ¿qué queremos conseguir exactamente menospreciando sus creencias? ¿Aumentar nuestro ego? ¿Disminuir el suyo? ¿Ganar una discusión? ¿Desahogarnos?

Lo sé porque yo también lo hago, incluso recuerdo algún que otro artículo en Genciencia en que se me ha calentado la tecla. Pido disculpas por él. Pero al igual que la fe irracional nace del miedo y del escaso adiestramiento en los procelosos caminos del escepticismo, el rechazo que manifesté entonces hacia la fe irracional nació en mí por la frustración y el rechazo hacia una serie de prácticas que prosperan en el mundo y que funcionan como estafas (en el mejor de los casos) o como fuentes de sufrimiento o lastres del progreso (en el peor).

Pero convencer a alguien de que está equivocado poco tiene que ver con ganar una discusión.

Si los blogs de escepticismo no dejan de menospreciar a la gente que profesa alguna clase de fe milenaria, entonces el blog sólo se congraciará con otros escépticos, y acaso provocará que muchos afirmen ser escépticos de boquilla, ocultando sus pequeños deslices para evitar la sorna (aunque internamente su escepticismo sea tan o más inmaduro que el de un magufo).

Ser escéptico, pues, no es fácil. Es más, a riesgo de equivocarme, calculo que una gran cantidad de personas que se definen como tal, en realidad no lo son. O al menos lo son de una forma muy simple que atiende más a la moda agresiva y condescendiente de: tú sólo crees tonterías y yo estoy moral e intelectualmente por encima de ti. O la Iglesia es la fuente de todos los males (independientemente de que lo sea). O eso suena vagamente a magufo, Vade Retro. O no creer en nada refleja que soy más culto.

Ser escéptico es como estudiar matemáticas. Muchos saben sumar y restar. De hecho, la mayoría saben hacer eso. Pero muy pocos saben resolver ecuaciones complejas. Y ser escéptico de verdad consiste en eso, en resolver ecuaciones complejísimas, en estudiar epistemología a fondo, en conocer con exactitud qué es Verdad con mayúsculas y verdad con minúsculas, en empaparse de Popper (valga el juego de palabras), en entender el método científico, en conocer cuáles son las exigencias para publicar un artículo científico en una revista especializada y cómo funciona la red de referencias, etc. (Si queréis profundizar un poco en ello, quizá os interesen mis artículos de El undécimo mandamiento (I) y (y II), La inmoralidad de profesar una fe (I) y (y II) o Esos sobrados intelectuales de humanidades y sus imposturas intelectuales).

Los aviones vuelan y apenas se estrellas, las vacunas funcionan, hemos visitado otros planetas y podéis conectaros a Internet. Todo ello es posible porque hubo personas que fueron escépticas y entendieron el conocimiento y la verdad como un proceso acumulativo que fácilmente podía contagiarse de las pasiones humanas más primitivas.

Hasta que no se incluya esta materia como asignatura obligatoria en todos los colegios, muchos serán escépticos de boquilla, enarbolando su posición intelectual como el que ondea la bandera de un equipo de fútbol. Y así no convencerán a nadie. Y menos a ellos mismos de su superficialidad ideológica. (Eso no quiere decir, claro está, que no deban existir plataformas donde se ridiculice o se ironice sobre las creencias de la gente, pues es sano y positivo reírse de todo, incluso de uno mismo; pero no serán ellas las que produzcan un cambio sustancial en el combate contra el pernicioso fenómeno de las pseudociencias).

Tal vez exprese mejor que yo el camino debemos seguir los divulgadores del escepticismo y el pensamiento crítico Phil Plait en la siguiente conferencia que podéis ver subtitulada. De ella quiero recalcaros una frase: No necesitamos guerreros, necesitamos diplomáticos.

Tal vez así el mundo será un poco mejor para todos.

Phil Plait – Don’t be a dick – Subtitulado en español from Juan José Sáenz on Vimeo.

Comentarios cerrados
Inicio