El undécimo Mandamiento (y II)

El undécimo Mandamiento (y II)
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Hasta que llegue ese momento, siguirán existiendo religiones que continúen afirmando cosas sin ninguna prueba de ello, de una forma tan terca que produce miedo más que asombro. Dentro de las religiones recientes con más de un millón de adeptos, hay una que dijo que el mundo terminaría en 1914. Cuando el mundo no terminó ese año, no asumieron que se habían equivocado. Podrían haber dicho que Dios tuvo misericordia y pospuso la fecha, pero dijeron algo incluso más ridículo: que en realidad el mundo terminó en 1914 pero que no nos hemos dado cuenta.

Hay otra religión que dice que todas las enfermedades son psicogénicas y que no existen microorganismos patógenos.

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Otra religión que cree que, en el siglo XX, un ángel preparó una serie de tablas de oro y un ser humano divinamente inspirado las enterró. Las tablas estaban escritas en jeroglíficos egipcios antiguos y contenían una serie de libros hasta entonces desconocidos, parecidos a los del Antiguo Testamento.

Otra religión que cree que, con la suficiente fe, uno puede levitar, rompiendo las leyes de la gravedad.

Pensemos otra vez en todas las posibilidades: mundos sin dioses, dioses sin mundos, dioses creados por dioses preexistentes, dioses que siempre han estado aquí, dioses que nunca mueren, dioses que mueren, dioses que mueren más de una vez, diferentes grados de intervención divina en los asuntos humanos; ningún profeta, uno, o muchos; ningún salvador, uno, o muchos. Y cuestiones relacionadas con los sacramentos, la mutilación religiosa y la escarificación, el bautismo, las órdenes monásticas, las expectativas ascéticas, la presencia o ausencia de vida después de la muerte, días para comer pescado, días para no comer en absoluto, cuántas vidas después de la vida tendremos por delante, justicia en este mundo, en el próximo, o en ninguno en absoluto, reencarnación, sacrificio humano, prostitución en el templo, yihads, y así sucesivamente. Hay una inmensa variedad de cosas en las que la gente cree. Las diferentes religiones creen diferentes cosas. Cada opción religiosa es una caja de sorpresas. Y está claro que hay más combinaciones y alternativas que religiones, aunque en la actualidad haya algo así como unos cuantos miles de religiones en el planeta.

Todas estas religiones se basan en ideas intocables y mutuamente excluyentes de unas religiones a otras. Todas no pueden estar en lo cierto, pero sus adeptos se resisten a dudar de que quizá se hayan equivocado de iglesia, aunque sea demasiada casualidad que él haya decidido ser adepto de una religión en la que también son adeptos el resto de la comunidad en la que reside. Porque sus ideas son así, impulsivas, subjetivas, intocables.

Pero nada es intocable. Sobre todo lo que algunos dicen que es intocable. Porque aún nos queda mucho camino por recorrer y no hemos hecho más que empezar. Aprendamos a decir “no lo sé”. Sólo así comenzaremos a investigar sobre nuestra ignorancia. Si alguien dice que sabe algo con seguridad, entonces dudad de él. Incluso dudad de este artículo y de todo lo que dice Carl Sagan en sus conferencias. Mantened siempre alerta vuestro pensamiento escéptico. Porque en eso consiste la ciencia. En dudar. Por eso ciencia y religión, a nivel epistemológico, son antagónicos.

Qué empresa tan valiente y difícil la de edificar, generación tras generación, sobre lo que se ha aprendido del pasado; cuestionar el saber convencional; estar dispuesto, a veces con gran riesgo personal, a desafiar las ideas predominantes y, poco a poco, emergiendo lentamente de este tormento, adquirir una comprensión bien fundamentada, en muchos sentidos predictiva y cuantitativa, de la naturaleza del mundo que nos rodea. No entender todos los aspectos de este mundo por completo más que a través de aproximaciones sucesivas, entender cada vez un poco más. Ahora nos enfrentamos a un futuro difícil e incierto y me parece que, si queremos sobrevivir, necesitaremos todos esos talentos que nuestra evolución y nuestra historia han ido perfeccionando.

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