Los chimpancés pueden tardar cinco o seis horas en masticar y digerir sus alimentos. Es lo que sucede con muchos mamíferos. Sin embargo, los humanos podemos cocinar. Pre-digerir los alimentos en un horno o una sartén.
La energía que ahorraron nuestros antepasados en la digestión, gracias al descubrimiento del fuego, fue aprovechada evolutivamente para alimentar un cerebro en proceso de expansión. Y nos proporcionó toda una larga lista de ventajas, como mayor empatía y cohesión social, entre otras. Todo ello es lo que recoge este libro de Richard Wrangham: En llamas. Cómo la cocina nos hizo humanos.
El poder del fuego
La dieta constituye una clave fundamental para comprender el comportamiento social de las distintas especies. La búsqueda de alimento es prioritaria para lograr el éxito evolutivo, y las estrategias sociales afectan a la calidad de la alimentación de los individuos.
Por eso el descubrimiento del fuego (primero) y el desarrollo de la cocina (más tarde) ha logrado ejercer una serie de cambios biológicos y psicológicos en nuestra especie que rara vez se tienen en cuenta. Unos cambios que se multiplicaron exponencialmente tras la popularización de la agricultura, hace ya diez mil años.
En el libro En llamas, se profundiza en toda esta dimensión hasta sus últimas consecuencias, y el recorrido es, ciertamente, fascinante. Fascinante y original. Por eso ha sido fuente de inspiración para artículos de Xataka Ciencia, como ¿Es saludable comer huevos crudos como hacía Rocky?.
Profesor de Antropología Biológica en la Universidad de Harvard desde 1989 y de biología del comportamiento de primates en el Museo Peabody, Wrangham es un narrador excelente, y permite adentrárnos en temas complejos con sencillez y frescura (pero no crudeza, porque descubriremos que la cocción es el no va más del desarrollo tecnológico). En llamas arroja nueva luz sobre cómo llegamos a ser la especie social, inteligente y sexual que somos hoy. Una manera oblicua de aproximarnos a nuestros antepasados, y también a nuestra evolución, y que deberíamos anexionar desde ya a las otras disciplinas.
Desde Darwin y El origen del hombre, la evolución y la dispersión mundial de los seres humanos se han atribuido a nuestra inteligencia y adaptabilidad. Pero el renombrado primatólogo Richard Wrangham presenta una alternativa sorprendente: nuestro éxito evolutivo es el resultado de la cocina. En una innovadora teoría acerca de nuestros orígenes, Wrangham muestra que el cambio de consumo de alimentos crudos a alimentos cocidos fue el factor clave en la evolución humana. Una vez que nuestros ancestros homínidos comenzaron a cocinar su comida, el tracto digestivo humano se contrajo y el cerebro creció. El tiempo, una vez dedicado a masticar alimentos crudos y duros, podía emplearse para cazar y cuidar el campamento. Así, la cocina se convirtió en la base para la unión de pareja y el matrimonio, creó el hogar e incluso condujo a una división sexual del trabajo.
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