La entelequia de la igualdad o por qué nos fijamos más en unas discriminaciones y no otras

La entelequia de la igualdad o por qué nos fijamos más en unas discriminaciones y no otras
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La desigualdad y la discriminación o clasismo basada en dicha desigualdad forma parte de las relaciones humanas de forma profunda y, hasta cierto punto, inextricable.

Solo somos más conscientes de las desigualdades que se ponen de moda, y solo un puñado de ellas han sido objeto de estudios científicos.

Del edadismo a la gordofobia

Desigualdes como la altura (hay una correlación entre sueldos y altura de los trabajadores, y también entre atractivo y sueldo), la edad (ya empieza a hablarse de edadismo), el estrabismo, la tartamudez, la fealdad (en algunos tribunales ya se ofrecen a actores más guapos para representar a clientes con cicatrices en la cara porque estos reciben porcentualmente penas más altas), los kilos de más (ya se habla de gordofobia), el carácter (los amables, hipócritas y pelotas reciben más dádivas que el resto)…

Como explica Daniel Bernabé en su libro La trampa de la diversidad:

¿Son los sistemas de privilegios, opresiones y revisiones una forma efectiva de enfrentarse a la desigualdad?; ¿dónde quedó, entonces, el conflicto capital-trabajo? Sin embargo, debemos dar una respuesta urgente a estas preguntas, si no queremos que la fuerza de lo colectivo se acabe diluyendo en el irremediable individualismo de lo identitario.

Es la desigualdad económica uno de las mayores fuentes de problemas sociales. Sin embargo, abordarla no es nada sencillo.

Muchas investigaciones sugieren que los seres humanos son criaturas tribales, y en consecuencia muestran un fuerte sesgo en contra de aquellos que perciben como diferentes a ellos y favoritismo hacia aquellos que perciben como similares.

Así pues, ¿hacia donde nos dirigimos? Caben quizá dos alternativas. Que este desvarío alcance el paroxismo e implosione, como ya ocurrió con el puritanismo de hace tres siglos, y venga una época de incorrección política moralmente aceptada….

O que desarrollemos un algoritmo que permita calcular en función de millones de parámetros cuán discriminada está una persona respecto a otra. Sacas al app de tu móvil, señalas a la persona que tienes delante, calcula el fototipo de la piel, la altura, la simetría facial, el sexo, la etnia, la renta, la dicción, etc… y al final le asigna un número que puedes comparar con el tuyo.

En función de ese número estableces una relación asimétrica determinada. También puede servir para ir a una entrevista de trabajo o pedir una hipoteca. Si sufriste malos tratos de niño o tu madre bebía durante tu gestación y ahora te falta autocontrol porque una parte de tu cerebro no se inervó adecuadamente, bien que deberían darte un trato fiscal, laboral y hasta social privilegiado para equilibrar la balanza y que todos seamos iguales, esto es, perfecta reflexividad, transitividad y simetría en las oportunidades de la vida.

Para que solo seamos desiguales en el factor que decidamos que verdaderamente nace de un esfuerzo personal, volitivo y subjetivo, sin influencias externas, ni méritos o deméritos socioeconómicos. Nada menos.

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