La estimulación eléctrica de los nabos

La estimulación eléctrica de los nabos
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El otro día os hablaba de cómo reaccionaba un tablón de madera cuando le aplicábamos corriente eléctrica a cascoporro, y por extensión otros experimentos que se han llevado a cabo con la electricidad, durante mucho tiempo un misterio casi sobrenatural.

A este último respecto, la electricidad también ha sido fuente de toda clase de teorías. No sólo ha servido a muchos como estimulante y vivificador (se dice que en México se pueden encontrar aún proveedores de descargas eléctricas que, a cambio de unos pesos, te conectan a una batería de coche para recibir una inyección de voltios… ¿habéis visto Perdita Durango?). También ha servido como acelerador del crecimiento vegetal.

Para encontrarnos esta loca teoría, debemos bucear en A Six Month´s Tour through the North of England, de Arthur Yooung, publicado en 1771, donde se discute la investigación agrícola de un tal mister Clarke, de Belford, en estos términos:

Un experimento que probó sobre el efecto de la electricidad en la vegetación merece atención. Plantó dos nabos en dos cajas, cada una de las cuales contenía once kilogramos de tierra; los mantuvo en la misma exposición y con todas las circunstancias iguales para ambos, salvo que uno fue electrificado dos veces al día, durante dos meses; al final de dicho período había alcanzado un crecimiento completo, con la piel a reventar, y pesaba 4,1 kilogramos. El otro, al final de cuatro meses, no alcanzaba en absoluto dicho peso: una prueba fehaciente de que el fuego eléctrico tuvo un poder notable a la hora de promover y acelerar la vegetación.
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