Tira los dados dodecaedros de tu personalidad: el neuroperfil (y II)

Tira los dados dodecaedros de tu personalidad: el neuroperfil (y II)
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Como decía en la anterior parte de este post, nuestros niveles de serotonina se determinan por una mezcla de genética y cultura.

Cierto es que medir a una persona por ejes neuroquímicos o por puntuaciones de personaje de rol es una simplificación. Pero mayor es la simplificación al catalogar a una persona mediante su puntuación en un test del Cociente de Inteligencia o en uno de esos temidos SAT (Scholastic Aptitude Test) de acceso a la universidad.

Un mapa químico del cerebro de una persona, aunque una burda simplificación, siempre ofrecerá más información sobre la personalidad de ese individuo. Y el neuroperfil no tendrá un carácter excluyente: podría integrarse a las demás formas de entender la personalidad.

Steven Johnson lo explica así:

Es perfectamente posible que llegue el día en el que podamos identificar a nuestros buenos amigos en función de una breve descripción de sus niveles medios de neurotransmisores (“¿Serotonina alta, dopamina baja, estrógeno medio? ¡Seguro que es Carla!). ¿Describirá esto plenamente a la persona, captará su esencia? Por supuesto que no. Pero sí puede ser más revelador que describir a alguien como varón de metro ochenta y ocho centímetros, setenta kilos de peso, y el mayor de los hermanos.

Uno neuroperfil podría parecernos similar a un perfil genético. Pero es mucho mejor que éste. Nuestro perfil genético viene de serie, es el que es. Sin embargo, el neuroperfil es sensible al impacto de las vivencias y de la cultura, y por tanto resulta más preciso sobre lo que es la persona ahora y no de lo que potencialmente pudo haber sido.

E imaginad el impacto que tendría el análisis de neuroperfiles en grandes poblaciones o en países enteros para comprender mejor su historia geopolítica:

No creo que pase mucho tiempo sin que veamos gráficos de la evolución de los niveles medios de cortisol, y de otras drogas endógenas principales, de poblaciones nacionales a lo largo del tiempo. Estos gráficos serán como la macroversión de las primeras imágenes que vi de mis niveles de adrenalina, donde cada pico representaba un chiste que había contado. Veremos subidas de cortisol después de atentados terroristas y de recesiones económicas, y picos de serotonina durante las fases alcistas de la bolsa. Los acontecimientos internacionales no modificarán el ADN durante estos períodos, al menos a velocidades registrables en una escala de diez o veinte años. Pero estos acontecimientos tendrán un claro efecto en la química cerebral, que opera tanto en la escala de segundos como de décadas.

¿Os imagináis un libro de Historia narrado bajo el prisma de las sustancias químicas endógenas del cerebro humano? ¿Y un drama como Hamlet? ¿Y que el PIB de las naciones tuvieran en cuenta estos valores para establecerse? ¿Y que el próximo barrio donde fuéramos a mudarnos también ofreciera información sobre neuroquímica de sus habitantes además de la frecuencia con la que se pasa a recoger la basura o si hay suficiente oferta de colegios públicos?

Vía | La mente de par en par de Steven Johnson

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