Vitaminomanía: ¿es saludable tomar suplementos vitamínicos?

Vitaminomanía: ¿es saludable tomar suplementos vitamínicos?
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Una de las cosas más llamativas que encuentras en las grandes ciudades estadounidenses, sobre todo en Nueva York, son unas tiendas gigantescas en las que solo venden vitaminas. Millones de frascos de colores distintos, divididos por letras y números, demarcaciones por afecciones, anaqueles temáticos. Estos hipermercados solo dispensan eso, suplementos vitamínicos. Y resultan muy rentables. Cien millones de estadounidenses las consumen, y se gastan unos 25 millones de dólares al año.

Pero ¿hasta qué punto son necesarios esta clase de suplementos? ¿Un exceso de vitaminas puede resultar perjudicial para la salud? ¿Vivimos en una sociedad que sufre déficit de vitaminas o, por el contrario, estamos todos un poco paranoicos?

A, B, C…

Las vitaminas nos han salvado la vida. La primera vitamina fue descubierta en 1911 en el salvado del arroz, y era químicamente una amina, la B1, cuya carencia provoca el beriberi.

La vitamina B3 evita la pelagra. La C, el escorbuto. La De, el raquitismo. Las vitaminas, pues, son fundamentales para la supervivencia.

Sin embargo, las concentraciones mínimas que necesitamos para nuestra vida diaria son francamente diminutas. En el caso de las vitaminas E o C, por ejemplo, apenas necesitamos un miligramo diario. Pero en el caso de las vitaminas K, D o B1, entonces la dosis necesaria es una millonésima de gramo. Somos incapaces de imaginar ni siquiera una cantidad tan pequeña.

Los estudios realizados a partir de los datos recopilados por unos 83.000 médicos sugieren que no hay ninguna mejora en la salud cardiovascular entre los que toman más vitaminas y los que no. Tampoco se encuentra que este consumo nos proteja contra el cáncer.

El exceso perjudica

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A pesar de que estas cantidades de vitaminas necesarias son mínimas, y que en una dieta normal ya las absorbemos, a la gente le gusta atiborrarse de frascos multivitamínicos en la creencia de que así estará más sana. Lo que ocurrirá, sin embargo, es que el exceso de vitamina será excretado, considerado como inútil.

No obstante, no todo es tan fácil. Un exceso de vitaminas también puede ser perjudicial. Por ejemplo, la vitamina A es imprescindible para la vista, para el crecimiento, para la pie y las mucosas… pero es tóxica en dosis elevadas, produciendo jaquecas y náuseas. La vitamina D, en exceso, provoca calambres, cálculos e incluso una hipercalcemia.

Tal y como explica Jean-François Bouvet en Hierro en las espinacas:

Un solo aporte suplementario está recomendado desde un punto de vista médico: el de la B9, que contiene ácido fólico, durante el embarazo (ayuda a la maduración del sistema nervioso del feto; su carencia provoca una espina bífida). Por último, la B6, B9, B12 impiden que se acumule la homocisteína, un aminoácido implicado en la génesis de las dolencias cardiovasculares.

La vitamina C, gran aliada de los resfriados en la cultura popular, sin embargo tampoco muestra ser eficaz para combatirlos. Este mito tiene un origen curioso, porque procede de una autoridad tan respetada como Linus Pauling, Premio Nobel de Química. Sin embargo, todos los estudios que se han hecho posteriormente sugieren que Pauling andaba equivocado: la vitamina C no sirve para tratar el resfriado.Tal y como explica J.M. Mulet en Comer sin miedo:

La vitamina C es eficaz contra la falta de vitamina C, es decir, supone un remedio eficiente contra el escorbuto, pero el exceso no tiene ningún beneficio en particular (…) Es bastante frecuente leer la composición de alguno de estos complementos, comprobar la cantidad de determinada vitamina que hay y darse cuenta de que resulta que es más barato comerse un kiwi o una naranja que la cantidad de vitamina que nos están vendiendo a precio de oro. En el Libro Blanco de la Nutrición en España solo se señala que a nivel de oligoelementos la dieta normal del español medio únicamente puede tener carencias en zinc y ácido fólico, y de vitamina D en mayores de cincuenta años.

Foto | Dungodung

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