Cómo el confort y las comodidades nos hacen más daño de lo que imaginamos

Cómo el confort y las comodidades nos hacen más daño de lo que imaginamos
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A pesar de que todos buscamos las camas más cómodas, los sofás más confortables, los zapatos que mejor se amolden a nuestros pies y un largo etcétera de pequeñas mejoras en nuestro confort, no todo ello es bueno. De hecho, puede ser muy bueno, pero normalmente debemos pagar un pequeño tributo a cambio de ese confort.

Un tributo en forma de dolores de espalda, pérdida de audición, enfermedades diversas... vamos a ver algunos ejemplos de ello.

El sillón

Uno de los asesinos más lentos es el sillón, que es más letal cuanto más confortable sea. Si el sillón es muy cómodo y abusamos de él, pasando largas horas leyendo, viendo netflix o simplemente retozando, ello propicia enfermedades o afecciones, como la estitiquez (al no haber movimiento, se corre el riesgo de sufrir enfermedades de colon como diverticulitis), insulina alta (condición médica de resistencia a la insulina que lleva al desarrollo de diabetes), cáncer (el sedentarismo se vincula, sobre todo, al cáncer de colon, de mama y de endometrio) y mala circulación de las piernas (aumenta el riesgo de padecer varices, tobillos hinchados o trombosis).

El colchón de la cama, si es demasiado blando y confortable, puede debilitarnos la espalda. Daniel E. Lieberman, en su libro La historia del cuerpo humano, pone más ejemplos:

Aún más insidiosos son los peligros que superficialmente parecen hacernos la vida más fácil pero que en realidad nos debilitan: escaleras mecánicas, ascensores, maletas con ruegas, carros de la compra, abrelatas eléctricos y tantos otros. Estos dispositivos son de gran ayuda para los cuerpos que ya están dañados, pero son potencialmente perjudiciales para los que todavía están sanos. Años y años de dependencia innecesaria de estos aparatos que nos ahorran trabajo pueden contribuir a la decrepitud.

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Las bombillas nos permiten permanecer más tiempo en el interior de las estancias, pero eso pueden privarnos de la suficiente exposición a la luz del sol, lo que dificulta sintetizar vitamina D y afecta a la vista y al estado de ánimo.

Los jabones antibacterianos pueden matar tantos gérmenes que tambien pueden promover la evolución de nuevas bacterías que podrían enfermarnos más aún.

La solución a las enfermedades de la novedad y el confort no es renunciar a todas las comodidades modernas, sino parar el ciclo de disevolución en el que tratamos los síntomas de los problemas que creamos en lugar de abordar sus causas (...) No hace falta renunciar a completamente a los zapatos, pero podríamos evitar algunos problemas de los pies si animamos a la gente, y especialmente a los niños, a ir descalzos más a menudo o a llevar zapatos minimalistas.

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