Los antivacunas son pocos pero muy influyentes en redes sociales como Twitter o Facebook

Los antivacunas son pocos pero muy influyentes en redes sociales como Twitter o Facebook
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Se ha vacunado en Europa a unos 33 millones de personas, y se han notificado 222 casos de trombos (no todos necesariamente mortales). Por cada millón de infectados de COVID-19 se producen 8.000 fallecidos, por lo que si esos 33 millones de personas se infectaran podríamos contar 26.400 fallecidos. Es decir, que al administrar la vacuna hemos evitado potencialmente 26400 muertes a cambio de 222 casos de trombos.

Sin embargo, tanto algunos medios como las redes sociales se muestran escépticas y hasta temerosas con vacunas como AstraZeneca. En parte, este movimiento de rechazo entronca, también, con el movimiento antivacunas de toda la vida. Lo que también nos da una pista de algo importante: son pocos, pero hacen ruido.

Influencia en redes sociales

El movimiento moderno contra la vacunación está liderado por un número relativamente pequeño de personas influyentes dedicadas y generalmente bien financiadas que han acumulado un gran número de seguidores en las plataformas de redes sociales, donde el miedo se propaga más fácilmente que los hechos y los matices.

Concretamente, dos tercios de los contenidos antivacunas compartidos o publicados en Facebook y Twitter entre el 1 de febrero y el 16 de marzo de 2021 pueden atribuirse a solo doce personas. Al menos en Estados Unidos.

Uno de los primeros nombres de la lista, por ejemplo, es Joseph Mercola. Su alcance combinado en las redes sociales es de 3,6 millones de seguidores, por lo que cuando comparte una falsedad sobre que la 'vacunación forzada' es parte de un plan para 'restablecer el sistema económico mundial', esa idea se esparce como la pólvora.

Robert F. Kennedy, Jr., es quizás el líder más visible del movimiento anti-vacunación. También está la influyente pareja Sayer Ji y Kelly Brogan. Recientemente, Ji compartió una afirmación falsa de que la vacuna COVID-19 de Pfizer había matado a más personas que la enfermedad en sí.

El público no puede tomar decisiones informadas sobre su salud cuando está constantemente inundado de desinformación y contenido falso. Las redes sociales, en parte, viven de la actividad que estos elementos distribuyen. Un buen tema para debatir es si deberíamos o no cortar de raíz un problema social que está tan claramente identificado.

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