Esta fue la primera ofensiva contra los medicamentos milagro y demuestra que el paciente no puede defenderse solo

Esta fue la primera ofensiva contra los medicamentos milagro y demuestra que el paciente no puede defenderse solo
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Medicina tradicional china, homeopatía y otros tantos productos fruto de la pseudociencia han sido y siguen siendo consumidos por millones de personas. Sin embargo, hay una pequeña diferencia entre el antes y el ahora.

Antes, aparte del buen juicio del usuario o sus pálpitos e intuiciones, no había nada más entre la ignoracia o la mala del prescriptor. Ahora, al menos hay controles que nos indican qué es medicina y qué, medicina alternativa (sí, la medicina alternativa que prueba su funcionamiento sencillamente pasa a ser medicina).

Ley de Alimentos y Medicamentos

En 1906, La jungla, de Upton Sinclair, describía las prácticas exentas de toda ética de la industria de la carne para alentar las exigencias de una reforma general de la industria.

También en esta época, había varias figuras, entre las que destaca la del médico Harvey Washington Wiley, presionaban para que se aprobara una legislación parada desde hace tiempos en el Congreso estadounidense por la cual se pudiera imponer unas reglas básicas de etiquetado en los alimentos y en los medicamentos.

Para entonces, el presidente Theodore Roosevelt se había unido a la campaña, así que ese mismo año se aprobaba así la Ley de Alimentos y Medicamentos. Tal y como lo explica Tim Wu en su libro Comerciantes de atención:

En lugar de prohibir los medicamentos milagro o su publicidad, impuso un requisito de "etiquetado auténtico" que hacía que el "etiquetado incorrecto" fuese ilegal y que exigía, asimismo, que se advirtiera de cualquier ingrediente "peligroso". Según lo entendía el Gobierno, esa medida dotaba de carácter ilegal a cualquier promesa falsa sobre posibles beneficios terapéuticos.

Los elixires milagrosos empezaron a retroceder, tales como el famoso aceite de serpiente que servía para curarlo casi todo. También, para ser justos, estas estafas murieron por su propio éxito: desde hacía siglos se habían conducido por la marginalidad, pero desde hacía unas pocas décadas se habían convertido en grandes empresas que se publicitaban en los periódicos de forma insistente.

Algo parecido a lo que también le ha ocurrido a la homeopatía: su decadencia se basa en que el argumento "las grandes farmacéuticas bla-bla" cuando, a la vez, una gran farmacéutica como Boiron estaba generando pingües beneficios con la homeopatía.

Wu nos habla de cómo el aceite de serpiente apenas sobrevivió una años más, hasta que el 1916, un fiscal de Rhode Island que actuaba en nombre de la Oficina de Química, acusó a su creador, Clark Stanley, de violar la Ley de Alimentos y Medicamentos:

La oficina analizó una muestra del aceite de serpiente y descubrió que estaba hecho de "un aceite mineral ligero (derivado del petróleo) mezclado con alrededor de un 1 % de aceite graso (probablemente, grasa de carne de vaca), ají y posiblemente trazas de alcanfor y aguarrás". El Gobierno declaró que el aceite de serpiente "se presentaba ... de manera falsa y fraudulenta como si fuera un remedio para todos los dolores y dolencias ... cuando, en realidad, no lo era.

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