Pseudociencia pedagógica e ideas inertes

Pseudociencia pedagógica e ideas inertes
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Que proliferen formaciones dando por consolidadas propuestas pseudocientíficas como las Inteligencias Múltiples, Pedagogía Sistémica, Waldorf, Programación Neuro-Lingüística o Constelaciones familiares en los espacios responsables de garantizar el rigor educativo es una mala noticia que debe irse corrigiendo.

Ideas inertes

El 90 % de los docentes cree en ‘edumitos’ que pueden perjudicar a sus alumnos. Mitos como la creencia de que una estimulación extraordinaria aumenta el rendimiento cognitivo (no siempre es así y también se puede llegar a mermar la motivación) o que adaptar la forma de enseñar a los estilos de aprendizaje de los alumnos mejora los resultados.

Este mito tan extendido tiene que ver con la aplicación de la teoría de las inteligencias múltiples, propuesta por el psicólogo y pedagogo Howard Gardner, que no tiene sustento.

No hay niños lingüísticos y niños matemáticos. No hay niños de hemisferio derecho y niños de hemisferio izquierdo. No hay niños visuales y niños auditivos. La creencia de que solo podemos tener un tipo de inteligencia es falso. Si no, todos los músicos serían pésimos en matemáticas, o los dibujantes no sabrían tocar bien ningún instrumento.

También existe la creencia de que los niños de hoy son nativos digitales, cuando en realidad no usan la tecnología de forma diferente.

Con todo, lo importante no es tanto el sistema educativo, en sí, ni siquiera el tipo de ideas que se transmiten, sino las ideas son inertes o no.

Alfred N. Whitehead, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, en su discurso The Aims of Education, de 1916, fue quien abordó la importancia nociva de estas ideas en la educación. Las ideas inertes son emitidas por los docentes y recibidas por los discentes sin ser utilizadas, o contrastadas, o incoportadas en combinaciones nuevas.

Como escribió Albert Einstein en Notas autobiográficas:

En realidad es casi un milagro que los modernos métodos de enseñanza no hayan estrangulado ya la sagrada curiosidad de la investigación, pues, aparte de estímulo, esta delicada planta necesita sobre todo de libertad; sin esta se marchita indefectiblemente. Es grave error creer que la ilusión de mirar y buscar puede fomentarse a golpe de coacción y sentido del deber. Pienso que incluso a un animal de presa sano se le podría privar de su voracidad si, a punta de látigo, se le obligara continuamente a comer cuando no tiene hambre, y sobre todo si se eligen de manera conveniente los alimentos así ofrecidos.

Otro mito educativo se extiende hacia la idea de que jugar al ajedrez, tocar un instrumento musical, leer novelas, hacer autodefinidos... muchos hobbies o pasatiempos a menudo han sido presentado como algo más: algo así como mejoras importantes de nuestra arquitectura mental. Sin embargo, esto parece un cliché, un cajón de sastre para el cual no hay evidencia científica, como podéis ver en el siguiente vídeo:

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