Si fuéramos atrás en el tiempo para matar a todos los inventores del pasado, la historia de la tecnología no cambiaría demasiado

Si fuéramos atrás en el tiempo para matar a todos los inventores del pasado, la historia de la tecnología no cambiaría demasiado
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¿Quién debería ser dueño de la patente de la máquina de vapor? ¿A quién debemos rendir honores? ¿Qué nombre deben memorizar los escolares en clase? ¿Watt? ¿Newcomen? ¿Los autores de los libros de ingeniería que leyeron ambos? ¿Sus padres? ¿Las serendipias?

En realidad fue el ecosistema. Por esa razón, muchos inventos han tenido inventores casi simultáneos a lo largo del mundo. Algunos ejemplos los podemos leer este libro de Kevin Kelly: What Technology Wants. Fueron así 6 personas diferentes las que inventaron o descubrieron el termómetro. Fueron cinco personas diferentes las que inventaron el telégrafo eléctrico. Tres personas, la aguja hipodérmica. Dos, la selección natural.

21 inventores para la bombilla

El caso más sorprendente es el de la bombilla, que fue inventada de manera independiente por 21 personas. O sea, que Edison no inventó la bombilla. Lo hicieron, al menos, 21 personas las que tienen el mérito de haber diseñado o perfeccionado las bombillas de luz incandescente a finales de la década de 1870.

En 1922, William Ogburn y Dorothy Thomas, de la Universidad de Columbia, confeccionaron una lista de 148 casos de inventos casi simultáneos por parte de más de una persona, que incluían la fotografía, el telescopio y la máquina de escribir.

Muchas de estas personas estaba conectadas entre sí, pero otras vivían en países distintos y no tenían conocimiento alguno de la existencia del otro. Si nos vamos más atrás en el tiempo, aún queda más claro, porque nos encontramos con que el bumerán, la cerbatana y las pirámides se inventaron de manera independiente en distintos continentes, al igual que la agricultura.

Todo eso nos dicen que los hallazgos e inventos aparecían en determinados ecosistemas, en determinados momentos, si se daban ciertas circuntancias. No importaba quién viviera en esa sociedad. Lo importante eran las circunstancias. Dicho de de otra manera: era imposible que las bombillas no se inventaran en la década de 1870. Las bombillas, eran inevitables. Las tecnologías en las que se basaban las bombillas habían llegado a tal punto que era normal que aparecieran, con independencia de quién estuviera allí para lograrlo.

Si tomáramos una máquina del tiempo para matar a todos los inventores del pasado, la historia de la tecnología no cambiaría demasiado. Más o menos habríamos llegado a las mismas cosas que tenemos ahora, aunque hubiera ciertos decalajes, naturalmente.

Sin embargo, nos resistimos a creer que esto sea así porque no entendemos la cantidad de gente que hay en el mundo, el número inabarcable de cerebros que está interactuando entre sí de formas complejas, insertos en un ecosistema lleno de memes.

Así que, partiendo de la base de que las ideas se forjan de formas complejas y fortuitas, que nacen inconcretamente, que son INEVITABLES, ¿por qué continuamos sin cuestionar ese deseo de entronizar a un Autor? Porque lo necesitamos. Sin duda todo esto recuerda sospechosamente a la necesidad del ser humano por hallar un Autor, un Creador del mundo y de todo lo que está contenido en él. El Autor, el inventor, el revolucionario, Rosa Parks... todos ellos solo son una versión laica de Dios. Una explicación sencilla y asequible para resolver la incertidumbre que nos produce el aceptar que no tenemos control sobre la historia, que nadie lo tiene, y que todo se parece más bien a una enorme mesa de billa con trillones de bolas chocando caóticamente entre sí:

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