Desconfía de las noticias demasiado optimistas porque el exceso de optimismo provoca pesimismo, también con las vacunas

Desconfía de las noticias demasiado optimistas porque el exceso de optimismo provoca pesimismo, también con las vacunas
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En lo tocante a los porcentajes que se presentan estos días sobre la efectividad de algunas vacunas en desarrollo para combatir el Coronavirus SARS-CoV-2, muchos científicos y bioeticistas están denunciando el tratamiento de la información que realizan los medios de comunicación, que además de sesgada, incompleta y mal explicada, se basa solo en notas de prensa, y no en estudios.

Otros aducen que la gente está ávida de noticias optimistas. Sin embargo, si mezclamos optimismo injustificado con credulidad, entonces el resultado puede originar una montaña rusa emocional (de subidones de optimismo seguidos de bajones de pesismo porque los resultados prometidos no han llegado) que finalmente aumentará el pesimismo.

Paradoja Stockdale

Cuando el Ministro Salvador Illa sugirió que quizá en Navidades íbamos a recibir el regalo de la vacuna contra la COVID, probablemente estaba intentando transmitir esperanza a los españoles (esperemos que sea eso, y no una declaración fruto de la ignorancia). Sin embargo, dado que la vacuna no va a llegar en esas fechas, y puede que ni siquiera el próximo año, ofrecer tales esperanzas que pronto se verán frustradas puede originar efectos secundarios nocivos.

Es lo que describe la paradoja de Stockdale: un concepto popularizado por el escritor Jim Collins en su libro Empresas que sobresalen tomando como referencia al almirante James Stockdale, el prisionero estadounidense de mayor rango de la guerra del Vietnam. Durante su cautiverio, Stockdale constató qué clase de prisioneros eran los que más fallecían: Los que no paraban de repetir: “tranquilos, saldremos de aquí, ánimo, en Navidad ya estaremos en casa.”

Entonces llegaban las Navidades y la previsión no se cumplía. Pero entonces su previsión saltaba a otra fecha. Y así sucesivamente hasta que el prisionero se rendía.

Mantener un pensamiento escéptico no es tarea fácil. De hecho, en general, resulta tan antinatural y contraintuitivo que recuerda al mito de Sísifo: a la que nos descuidamos, tenemos que volver a empezar. Pero es algo que debemos hacer con las noticias de este tipo que publica la prensa, basada en simples notas de farmacéuticas. Pero no solo es la forma de evitar la paradoja de Stockdale, sino también la de evitar el autoengaño.

Gracias a diferentes encuestas, hoy sabemos lo ignorante que es la población general en cuestiones de ciencia. En la actualidad, casi la mitad de los adultos de Estados Unidos cree en la astrología, en ángeles y demonios, y en que estamos siendo observados por extraterrestres llegados en ovnis que abducen con frecuencia a seres humanos.

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Esto ocurre porque nuestro cerebro no es muy eficaz a la hora de analizar la información y tiende a los sesgos, al autoengaño, a llenar lagunas de ignorancia con mitos y a establecer causalidad donde solo hay correlación, como ya denunciaba Francis Bacon en su Novum Organum:

Toda superstición es igual ya sea sobre astrología, sueños, presagios, juicio retributivo, o similares, en todos los creyentes engañados observan eventos que se cumplen, pero se niegan a ver sus fallas, aunque sean mucho más comunes.

Si uno de los filtros más importantes para determinar si algo es falso o verdadero, la prensa, no funciona correctamente, estamos perdidos. No lo permitamos. Seamos escépticos, realistas, optirrealistas, y si los medios no lo hacen, busquemos la información en mejores fuentes, siempre recordando las palabras de Carl Sagan y una suerte de undécimo mandamiento. Una vacuna tan necesaria como la del Coronavirus SARS-CoV-2:

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