¿Cuál es el propósito en la vida? El mismo que el de las órbitas de los planetas o las mesas del comedor

¿Cuál es el propósito en la vida? El mismo que el de las órbitas de los planetas o las mesas del comedor
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Preguntar si la vida tiene un propósito se parece bastante a preguntar si las órbitas de los planetas tienen algún propósito. O si una mesa tiene un propósito.

En el caso de las órbitas, el propósito solo es un tipo de emergencia: un conjunto de fuerzas, mezclado con la propia masa del planeta y otras variables finalmente convergen, y de esa convergencia emerge un movimiento. Al final la órbita del planeta es solo un factor más, como la masa del planeta, o la gravedad, o la curvatura del espaciotiempo. Todo son signos, como los píxeles de una pintura.

La narrativa humana

El caso de preguntar sobre el propósito de una mesa nos sirve para analizar la cuestión a otro nivel, al nivel de la narrativa humana. Al final, todo lo que percibimos lo hacemos a un nivel humano, a una escala humana. Todo lo demás es teórico, o simplemente demasiado complejo para ser asimilado por nuestro cerebro, así que lo describimos con ecuaciones y otras herramientas o modelos. Lo más grande, lo más pequeño, lo más lejano, la propia estructura de la realidad.

Al final, la realidad es tan compleja que realizamos modelos que la simplifican a un nivel más funcional. Por ejemplo: una célula. Es una estructura tan endiabladamente compleja, en la que hay millones de cambios y alteraciones cada fracción de segundo, a tal velocidad y tal número que no podemos imaginarlo, ni siquiera plasmarlo visualmente de una forma fidedigna. Pensad que cada una de las células de vuestro cuerpo, ahora mismo, recibe del orden de millones de ataques de microbios cada segundo. O el agua, todos podemos ver un vaso de agua... pero ni siquiera podemos imaginar una molécula de agua. Por eso creamos modelos operacionales, en este caso la representamos como una bolita roja, el átomo de oxígeno, y dos bolitas más pequeñas azules, que son los átomos del hidrógeno.

Es decir, que hacemos modelos, simplificamos el mundo y, sobre todo, creamos narrativas. Así que si miramos a la mesa, ¿cuál es su propósito? Pues así, en abstracto, ninguno, porque solo tenemos un trozo de materia organizada de determinada manera y bajo una serie de propiedades que transcurrido determinado tiempo se transformará en otra cosa liberando gases u otros componentes.

Así que somos nosotros quienes decidimos darle un propósito, a título individual y subjetivo: por ejemplo, que sirva para sostener los platos de la cena. O si hace frío y la mesa es de madera, quizá sirva para alimentar el fuego de la chimenea. O quizá su propósito sea simplemente decorativo. O la mesa existe sencillamente porque hay un tejido industrial que tiene incentivos económicos para crear muchas mesas mesas y vendérselas a personas que están dispuestas a pagar por ellas, y al final nosotros hemos acabado con una mesa en casa aunque no tengamos ningún propósito para ella.

Mutatis mutandis, eso sería un buen resumen del propósito humano. Por un lado, órbitas de planetas, por el otro, mesas. Es decir, existimos debido a factores interconectados que se retroalimentan y que nada tienen que ver con la escala humana y nuestro propósito nos los inventamos ad hoc, en algunos casos, o forma parte de nuestro horizonte vital si es que vamos de profundos por la vida. O quizá todo esto no sea más que un enfoque demasiado racional o cerebral, y eso no deja de ser otro sesgo, como denunciaba satíricamente Ambrose Bierce en El diccionario del diablo al definir el término "racional": desprovisto de ilusiones, salvo las que nacen de la observación, la experiencia y la reflexión. Sea como fuere, es una visión contraintuitiva, precisamente porque aspira a ser científica:

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