Los súperpoderes de las células cancerosas

Los súperpoderes de las células cancerosas
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¿Qué circunstancias tienen que darse para que una célula sea cancerosa? Los cánceres son culpa sólo de una célula inicial, pero para que esa célula sea cancerosa debe cumplir una serie de requisitos o, como afirma Salvador Macip en su libro Qué es el cáncer y por qué no hay que tenerle miedo, de súperpoderes. Los enumeramos:

  • Que los mecanismos que la célula tiene multiplicarse trabajen sin parar. En una célula normal hay un semáforo que casi siempre está rojo a la hora de dividirse. En las células cancerosas siempre está en verde. La mayoría de las células cancerosas que se estudian en laboratorio suelen tener una división cada 24 horas. En unas pocas semanas tendríamos unos cuantos kilos de esas células.

  • Que los mecanismos que frenan la división celular supresores tumorales) no funcionen.

  • Que esté inactivo el mecanismo de suicidio celular. En los genes las células llevan también escrita su inevitable muerte. Esos "circuitos" los compartimos con seres tan simples como los gusanos. Los estudios de Sydney Brenner, John Sulston y Robert Horvitz hechos en Cambridge en los años 1970 les valieron el Premio Nobel de 2002.

  • Tener continuamente activado el gen de la telomerasa. Todas nuestras células tienen un mecanismo que les indica lo viejas que son. Son los telómeros, unas estructuras que están en las puntas de los cromosomas y que se hacen más pequeños a medida que ésta se va dividiendo. Una célula es más vieja cuanto más pequeños son sus telómeros. Llega un punto en que la célula ya no puede dividirse más, con lo que ha llegado su hora de jubilación. Pero las células cancerosas producen continuamente telomerasa, que los va reparando, con lo que este mecanismo está desactivado.

  • Son capaces de generar la energía necesaria para sus necesidades de forma diferente que las células no cancerosas.

  • Los tumores aprenden a fabricar más vasos sanguíneos por otra mutación en sus genes y así poder disponer de más energía para su crecimiento.

  • Son capaces de hacerse invisibles al sistema inmunitario.

  • Capacidad de estimular su propia inflamación.

  • Capacidad de meterse en el flujo sanguíneo y colonizar otros tejidos. Lo que se llama hacer metástasis.

  • Tener un genoma inestable o frágil que hace que las posibilidades de tener una mutación sean muy grandes.

Realmente, las probabilidades de tener tantas mutaciones en una sola célula de esta manera son bajísimas. Parece que la estadística esté a nuestro favor, pero no hemos considerado otro dato: la cantidad de células que tiene el cuerpo humano contiene, pues son unos 100 billones de células. El número es tan grande que si cada célula fuera una persona llenaríamos más de 14.000 planetas como el nuestro. La estadística, por tanto, juega en nuestra contra.

Respecto a si interviene más el entorno o la genética sucede algo parecido con los microbios: no siempre nuestro cuerpo actúa de la misma manera contra ellos. O sea, que recibamos un ataque no significa necesariamente que nos pongamos enfermos. Depende de cómo lleguen, de lo agresivos que sean, de cómo esté nuestro sistema inmunitario, etc.

Melanoma

Si bien es cierto que existen algunos síndromes genéticos especiales hoy día se piensa que es el entorno el que tiene mayor importancia. Por ejemplo, se sabe que los asiáticos son menos propensos a algunos tipos de cáncer. Podríamos deducir que su raza, efectivamente, tiene algo que incrementa sus defensas. No obstante, se hizo un estudio sobre los inmigrantes chinos a EEUU y que al cabo de unos años el riesgo de aquellos tipos de cáncer era igual tanto para los asiáticos como para el resto de habitantes de los EEUU. No era una predisposición genética la causa de la variación, sino alguna cuestión geográfica, probablemente relacionada con la alimentación. En el año 2000 con más de 40.000 parejas de gemelos idénticos (mismo ADN) que vivían separadas y expuestos a factores ambientales diferentes. La conclusión de aquel estudio fue que los factores externos pesaron mucho más que la genética, dado que las parejas tenían la misma predisposición.

No obstante, también hay casos en que la predisposición genética es evidente. Las razas de origen africano, por ejemplo, son más propensas a tener cáncer que los caucásicos independientemente del lugar donde vivan; los que tienen antecedentes de aborígenes americanos (del norte y del sur) son más resistentes; las mujeres afroamericanas sufren formas más agresivas de cáncer de mama y los afroamericanos tienen el doble de riesgo de desarrollar un cáncer de próstata.

Hay predisposiciones que son curiosas. Un estudio de 2011 reveló que las mujeres altas tienen mayor probabilidad de contraer cáncer que las bajas, un 16% más por cada 10 cm de altura. Y el trabajo fue exhaustivo: los científicos estudiaron un millón y medio de mujeres británicas a lo largo de 9 años. Otro estudio similar reveló también un aumento del 6% de riesgo cada 10 cm de altura en cáncer de próstata. No se sabe la causa. Algunas hipótesis apuntan a que las hormonas que nos hacen crecer puedan también favorecer el cáncer: al fin y al cabo, tienen la capacidad de potenciar que las células se dividan.

Y también hay un componente que no podemos controlar: la suerte. Un artículo de 2008 explicaba el caso de dos gemelas idénticas y criadas en el mismo lugar. En principio, tanto predisposición como entorno eran iguales. Pues bien, una de ellas sufría una forma infantil de leucemia mientras que la otra no. Los científicos comprobaron que ambas niñas tenían los factores genéticos que las ponían en la predisposición, pero nadie sabe por qué una de ellas lo desarrolló y la otra no.

En el fondo, tener un cáncer es análogo a que nos toque la lotería. Cuando no nos cuidamos, lo único que estamos haciendo es comprar boletos.

Vía | Salvador Macip, Qué es el cáncer y por qué no hay que tenerle miedo.

Fotos | Así surjen y Wikipedia

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