Libros que nos inspiran: 'Ya está el listo que todo lo sabe de sexo', de Alfred López

Libros que nos inspiran: 'Ya está el listo que todo lo sabe de sexo', de Alfred López
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La buena noticia no es que haya aparecido otro libro de Alfred López y su saga Ya está el listo que todo lo sabe. Tampoco que el tema objeto de glosa alrededor del cual orbitan todo tipo de curiosiades sea el sexo (más allá del clickbait, continúa siendo un tema oscuro y no ajeno al tabú y la vergüenza).

Todas ésas, si bien son buenas noticias, no son la buena noticia principal que da auténtico valor a Ya está todo el listo que todo lo sabe de sexo. La buena noticia es que esta clase de libros, macedonia de anécdotas apoyadas por una concienzuda documentación, permiten una vez más que nos llame la atención algo sobre lo que nunca habíamos pensado y comencemos a tirar y a tirar del hilo.

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Sexo

En ese sentido, este libro no solo sirve para satisfacer curiosiades sexuales de toda índole, sino también para sentir más curiosidad por otros temas adyacentes. Sí, de algún modo es como el pez que se muerde la cola. Sin embargo, en el proceso haremos algo importante: aprender un poco de todo, abrir la mente y ampliar nuestro abanico de intereses.

Vamos a poner un ejemplo. Me declaro seguidor del polémico cineasta Roman Polanski. Veo todas sus películas porque me transmiten sensaciones extrañas que, sin embargo, me gustan. Además, Polanski podría ser perfectamente uno de los personajes de su cinematografía. Dentro de poco, de hecho, Tarantino rodará parte de su episodio más rocambolesco, morboso y gore de su vida: el asesinato ritual de Sharon Tate, su mujer.

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También me declaro seguidor de las películas de un único espacio y con pocos actores. Ya sabéis: películas que transcurren íntegramente en una casa (La huella), en una habitación (Doce hombres sin piedad), en un tren (Asesinato en el Orient Express) o entre bambalinas de un teatro (Qué ruina de función). Más que películas son obras de teatro. Y me fascina el teatro, porque el éxito de la función depende de lo bien trenzado que esté el diálogo: no caben efecto especiales caros, ni planos efectistas, ni una música evocadora. Solo diálogo.

Por esa razón, adoro la película La venus de las pieles, una de las últimas de Roman Polanski. Porque en ella solo aparecen dos actores, y todo transcurre en un teatro cerrado. Una simple conversación entre un director de teatro y una actriz aspirante al papel protagonista que se convierte en un tour de force sobre el feminismo, las clases sociales y las debilidades masoquistas de quien siempre está subido en un caballo blanco. La obra que quieren estrenar es la adaptación de La venus de las pieles (1870), obra del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch.

Pues bien. En un momento dado, en la película se desliza que esta obra clásica introdujo el concepto de "masoquismo" (por el apellido del autor "Masoch"). Una anécdota que he encontrado perfectamente reflejada en el libro de Alfred López para que, igual que yo, tiréis de hilo en sentido contrario (en caso de que no hayáis leído el libro, ni visto la película, ni conozcáis al fascinante Polanski):

Fue en el año 1890 cuando el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing publicó un tratado sobre psicopatología de la conducta sexual y en él señalaba que el patrón de comportamiento de ciertos inviduos que sentían placer sexual a través del dolor y la humillación (ya fuese dando como recibiendo) se asemejaba a lo descrito tanto por el marqués de Sade (los que infligen dolor) como por Leopold von Sacher-Masoch (los que lo reciben).

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