Singularidades extraordinarias de animales ordinarios (XXXVI): la morsa

Singularidades extraordinarias de animales ordinarios (XXXVI): la morsa
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Cuando imaginamos una morsa pensamos, sobre todo, en colmillos grandes. No en vano, el nombre científico de la morsa, Odobenus rosmarus, significa “caballo marino que camina con los dientes”. Aunque lo de caballo es un eufemismo: más bien parecen el dibujo infantil de una bolsa deforme.

Sí, las morsas avanzan ayudándose de los colmillos. Y también los usan para impresionar a las hembras: cuanto más grandes sean, mejor. Los comerciantes medievales vendían estos colmillos afirmando que eran cuernos de unicornios.

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Sin embargo, no es lo único que las morsas tienen grande y sexy. También cuentan con un pene muy llamativo: contiene un hueso casi tan largo como los colmillos, lo que asegura una penetración segura incluso en los desapacibles mares del Ártico.

La morsa también cambia el color de su piel si la piel se calienta: pasan del blanco al rosa y el marrón canela. Así que si contempláis de lejos a un grupo de morsas tomando el sol, con la piel bien caliente, os dará la impresión de que estáis viendo frankfurts que han sido sometidos a algún experimento de aumento de tamaño.

Una morsa puede engullir, en una sola comida, más de 6.000 almejas. Para ello las desentierra del lecho marino con una aleta, casi siempre la derecha. Luego sujetan la almeja entre los labios y crean un vacío a su alrededor, usando finalmente la lengua a modo de pistón para extraer el tejido blando.

Los pelos de su bigote son extremadamente sensibles, y autónomos. Los 400 pelos se conocen como vibrisas (vibradores, en latín), y la morsa puede mover cada uno de ellos de manera independiente mientras come.

Los inuit de Groelandia aprovechan de múltiples formas a las morsas que cazan. Los colmillos, para tallar. La grasa para fabricar aceite de lámpara. La piel para los kayaks. Los intestinos para los impermeables. El hueso del pene a modo de mazo. Y por supuesto, una gran cantidad de carne que, al sol, tiene el color de un frankfurt.

Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd

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