Día de la Liberación: la utopía de una democracia compuesta por ciudadanos bien informados (y II)

Día de la Liberación: la utopía de una democracia compuesta por ciudadanos bien informados (y II)
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En la anterior entrega de este artículo os mencionada el experimento National Issues Convention Deliberative Poll, que consistía en reunir a 343 personas (seleccionadas con objeto de formar una muestra representativa de la población de Estados Unidos) para discutir sobre la política exterior del país.

Antes del debate, los participantes fueron encuestados acerca de sus posturas. Durante el debate, que duró un fin de semana, los participantes pudieron consultar a grupos de especialistas y se les facilitó a todos una serie de dossiers sobre temas que abarcaban desde el conflicto con Irak hasta la pandemia del sida. Tras ese fin de semana, se volvió a encuestar a los participantes.

La intención de Rishkin fue demostrar que, ofrecida información fidedigna a los ciudadanos y dada la posibilidad de discutirla con iguales, estos ciudadanos acabarán por formar posturas tan respetables como la de algunos expertos, poniendo de manifiesto un grado de sensatez y responsabilidad. Los resultados fueron sorprendentes. Tal y como abunda James Sukowski en Cien mejor que uno:

Fishkin desearía que la encuesta deliberativa se convirtiese en un proceso regular a escala nacional, al menos como complemento de las encuestas tradicionales, si no reemplazándolas. Dado que las encuestas deliberativas proporcionan un reflejo más exacto de lo que normalmente piensa el votante sobre los problemas de Estados Unidos, sería más lógico que los políticos estadounidenses hicieran más caso de aquéllas que de la habitual encuesta Gallup.

(…)

Es un proyecto quijotesco, claro está, sobre todo porque la encuesta deliberativa requiere mucho tiempo y fuertes gastos. De modo que es difícil creer que llegue a formar parte habitual del panorama político estadounidense (además, no está del todo claro si los candidatos políticos desean que los votantes estén bien informados).

Las utopías que tal vez no lo sean tanto llegan incluso más lejos cuando Fishkin se alía con Bruce Ackerman, profesor de Derecho en Yale: el llamado Día de la Liberación. Consiste en un día festivo a escala nacional, a dos semanas vista de las elecciones, en el que los votantes registrados podrán reunirse en sus vecindarios por grupos pequeños de quince individuos y grupos grandes de hasta quinientas a fin de deliberar los principales asuntos planteados durante la campaña.

Como uno gran incentivo para hacer cosas es el premio económico, todos los que participaran y, dos semanas más tarde, votaran, percibirían 150 dólares.

Nadie está seguro de si las personas serán mejores votantes ante tal panorama. También hay que admitir cierta ingenuidad en el planteamiento de Fishkin y Ackerman, porque los ciudadanos pueden llegar a ser profundamente ignorantes, filisteos, maniqueos, y muchos otros sesgos cognitivos.

Sin embargo, todavía se están explorando las asombrosas hazañas que producen masas informes de personas bien conectadas a través de redes de pares colaborativas, como es el caso de Wikipedia u OpenStreetMap. Y, como se ha señalado, ¿acaso puede ser peor que ahora?

Sea como fuere, tales planteamientos también nos deberían invitar a reflexionar acerca del sentido de la democracia y qué esperamos de ella, tal y como añade Sukowski:

¿La tenemos porque comunica a la gente un sentido de participación y de control sobre su propia existencia, contribuyendo así a la estabilidad política? ¿La tenemos porque los individuos deben poder gobernarse a sí mismos, incluso cuando hagan uno de tal derecho de maneras ridículas? ¿O la tenemos porque la democracia es en efecto un vehículo excelente para tomar decisiones inteligentes y para descubrir la verdad?
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