Las pistolas de clavos son una herramienta que, a menudo, sobre todo en el cine, se ha usado como arma de combate. Así de peligrosa puede ser una pistola de clavos. No en vano, sólo en Estados Unidos, según el Centro de Control y la Prevención de la Enfermedad, hay alrededor de 37.000 heridas por pistolas de clavos anualmente. Repitamos la cifra: 37.000 personas en 365 días.
Muchas de estas heridas quedarían muy bien en una película gore. No son heridas superficiales. Muchos clavos atraviesan manos y dedos. A veces, los clavos incluso acaban en lugares más insospechados. Como el caso de un hombre al que se le clavó en la cabeza, y otro en la arteria carótida.
Por si fuera poco, los casos de heridas con pistolas de clavos no dejan de aumentar. Entre 2001 y 2005 se han doblado. No es que la gente cada vez sea más torpe, sino que las pistolas de clavo cada vez son más baratas, y cada vez hay más personas que disponen de una. Ya sea para hacer un poco de bricolaje, ya sea para defenderse en una futura invasión zombi.
DIY

Maker Faire Detroit 2011
Otro problema es que las pistolas de clavos tienen instrucciones, como todos los aparatos que estamos comprando (cada vez más). Incluso la ropa tiene instrucciones: en Estados Unidos, desde 1971 el gobierno federal exige etiquetas para explicar cómo debe lavarse y secarse. Tal sobreabundancia de información provoca que muchos usuarios no se lean las instrucciones, o solo les echen un vistazo rápido.
Exceso de instrucciones

El manual de instrucciones de una sillita para bebés es demasiado largo, pero la cosa se vuelve inabarcable en el caso de determinados modelos de coche, como explica Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente:
Compre un Mercedes-Benz de clase S (precio de salida 103.895 dólares), y verá que viene acompañado de un manual de setecientas páginas, lo cual, obviamente, hace que los propietarios de los coches cometan los mismos errores que trataban de evitar los manuales. Por ejemplo, hace unos pocos años, la compañía Subaru de América comenzó a notar un aumento en las quejas de los consumidores acerca de la calidad de sus coches. Cuando los expertos de la compañía analizaron la situación, vieron que el problema no estaba en los coches, sino en los propietarios. No entendían cómo funcionaba el coche... ¡porque no habían leído el manual! De hecho, una de cada cinco llamadas a la central telefónica de Subaru tenía que ver con una pregunta respondida en el manual de instrucciones.
Fotos | Using a nail gun | Michael Barera
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