Este fue el primer libro de divulgación científica de la historia y se publicó en 1606

Este fue el primer libro de divulgación científica de la historia y se publicó en 1606
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Johannes Kepler fue un astrónomo y matemático alemán nacido en el seno de una familia protestante luterana que vivía en la ciudad de Weil der Stadt, en Baden-Wurtemberg, en 1571. Su padre, siempre ausente porque era mercenario del ejército, favoreció que Kepler se criara casi en exclusiva con su madre, curandera y herborista.

A pesar de su mala salud y sus problemas de vista, fue un niño muy despierto que le gustaba impresionar con sus conocimientos matemáticos a los viajeros en la hospedería de su madre. Y después de estudiar teología en la Universidad de Tubinga, incluyendo astronomía con Michael Maestlin, seguidor de Copérnico, enseñaría en el seminario protestante de Graz. También publicaría el que se considera el primer libro de divulgación científica de la historia.

Stella nova

Kepler no solo estaba comprometido en la labor de buscar hechos objetivos, sino también de transmitirlos de la forma más eficaz posible. Por ello, en la portada de su libro Stella nova (Nueva estrella, 1606) aparece la imagen de una gallina picoteando el suelo de una granja, con el lema («buscando en el estiércol, encuentra un grano»). De esta forma, no solo explicaba en una imagen lo había detrás de la cubierta de su libro, sino que llamaba la atención del lector para que lo comprobara.

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Su texto también insinuaba algunas técnicas retóricas que actualmente se usan en el ámbito de la divulgación científica, como incorporar detalles aparentemente superfluos que servían para contextualizar y tornar más próximo para el lector lo expuesto, implicándolo en la historia. Por ello, como podemos leer en el siguiente fragmento, introduce a su esposa para que le replique en alguna ocasión:

Ayer, cuando me hube cansado de escribir y mi mente estaba llena de motas de polvo de penar acerca de los átomos, me llamó a cenar y me sirvió una ensalada. Con lo cual le dije: ‘Si lanzáramos al aire los platos de peltre, las hojas de lechuga, los granos de sal, las gotas de aceite, vinagre y agua y los gloriosos huevos, y todas estas cosas permanecieran allí por toda la eternidad, entonces ¿acaso esta ensalada caería toda junta por azar?’ Mi beldad contestó: ‘Pero no en esta presentación, ni en este orden’.

De este modo, Kepler no solo exponía sus hallazgos, sino cómo los había alcanzado, informando de sus fracasos, de los callejones sin salida que había tomado, en aras de imprimir al relato un trasfondo más humano pero también más épico. Su libro probablemente fue el primero que presentaba todos estos elementos para convencer al lector de que sus mediciones eran precisas a la vez que hacía un esfuerzo por hacer más digeribles los datos.

La divulgación científica, así, daba sus primeros pasos, permitiendo que algunas personas, acaso legas en el tema, usaran una suerte de lente particularmente pulida para ver el mundo de otra forma: como algo cognoscible y medible, aunque también más complejo de lo que parecía, no tan sujeto al arbitrio divino. Una lente que te permite ser más listo pero también asumir que eres más tonto. Más listonto:

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