Nuestras redes sociales 1.0 se están reduciendo a pesar de que crezcan las 2.0 y eso es peor que fumar 15 cigarrillos al día

Nuestras redes sociales 1.0 se están reduciendo a pesar de que crezcan las 2.0 y eso es peor que fumar 15 cigarrillos al día
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En 2010, Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología en la Universidad Brigham Young, publicó una investigación que mostraba que las personas que tenían vínculos sociales más débiles tenían un 50% más de probabilidad de morir antes que aquellos con los más fuertes.

Según concluyó, estar sin amigos representaba un peligro comparable a fumar 15 cigarrillos al día, y ello tenía mayor capacidad de predicción de muerte prematura que los efectos de la contaminación del aire o la inactividad física.

Es más, el estudio (un metaanálisis de 148 estudios) encontró que el riesgo de muerte temprana asociado con soledad, aislamiento social y vivir solo era igual o mayor que el riesgo de muerte prematura asociado con la obesidad y otras condiciones de salud importantes.

Sociabilidad 2.0

Gracias a Facebook e Instagram, muchos de nosotros todavía estamos nominalmente en contacto con nuestros amigos del colegio y compañeros de antiguos trabajos. Pero esto es amistad 2.0, relaciones sociales online, que no constituyen relaciones tan plenas como las que tenemos en el mundo real, el 1.0.

De hecho, en nuestra vida cotidiana, las comunidades se están reduciendo. De 1985 a 2009, el tamaño promedio de la red social de un estadounidense, definido por el número de confidentes que las personas sienten que tienen, ha disminuido en más de un tercio.

Es posible que tengamos cientos de amigos en Instagram, pero cada vez hay más pruebas de que esas conexiones no son las que nos proporcionan el bálsamo social que necesitamos, que es el contacto humano.

En cambio, cuanto más "conectados" estamos con los demás en el 2.0, más parecemos dejar que nuestras relaciones sociales 1.0 se atrofien.

Y parece que nos está pasando a todos: a pesar de que viviemos en ciudades más densas o estamos rodeados de más personas con las que interactuamos, realmente no tenemos relaciones profundas, por eso cada vez hay más personas que dicen sentirse solas.

Cuando la BBC realizó una encuesta sobre la soledad, preguntando a 55.000 personas sobre sus relaciones, encontró que los adultos entre las edades de 16 y 24 años eran los más solitarios, con un 40% respondiendo que se sentían solos "a menudo" o "muy a menudo". El 27% de los mayores de 75 años ofrecieron la misma respuesta.

Otro estudio reveló que el 9% de los adultos en Japón, el 22% en Estados Unidos y el 23% en Gran Bretaña siempre o con frecuencia se sentían solos, carecían de compañía o se sentían excluidos o aislados.

Las personas anhelan un sentido de pertenencia. Y, sin embargo, nos enfocamos en vestirnos mejor, hacer más ejercicio para estar en forma y trabajar de manera efectiva, a menudo descuidando realizar los esfuerzos necesarios para construir y mantener lazos sociales.

Sí, esfuerzos necesarios, porque parece que nuestra capacidad de socializar también es como un músculo que podemos entrenar o permitir que se atrofie. John Cacioppo investigador, neurocientífico y psicólogo estadounidense, especialista en la soledad, descubrió que aprender a conectarse requería la reconstrucción de ciertos músculos físicos, incluido el aprendizaje o el reaprendizaje de señales sociales, como el tono de voz, el contacto visual y la postura.

También es necesario dar a los demás, para que ellos a su vez nos lo den a nosotros, y viceversa. Esto requiere ser vulnerable en un momento en que uno se siente excepcionalmente inadecuado para serlo. Por eso no es suficiente obtener ayuda o tener un terapeuta, según Cacioppo:

Necesitamos protección mutua. Si solo estás recibiendo ayuda y protección de otros, eso no satisface el sentido más profundo de pertenencia.

Esta idea está respaldada por la investigación de Julia M. Rohrer, del Instituto Max Plank, que estudió a un grupo de ciudadanos alemanes que dijeron que estaban comprometidos a tratar de ser más felices. Algunos persiguieron objetivos de superación personal, como conseguir un nuevo trabajo o ganar más dinero, mientras que otros intentaron pasar más tiempo con amigos y familiares. Un año después, se constató que aquellos que se habían centrado en conectarse más con otros eran más felices que aquellos que había perseguido la superación personal.

Como corolario, Warren Buffett, una de las personas más ricas del mundo, ha señalado en más de una ocasión que su medida de éxito se reduce a una pregunta: "¿Las personas que te importan te aman?" No en vano, Buffet también es un reconocido filántropo.

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