¿Los de derechas son más felices que los de izquierdas?

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Nunca me canso de ver el speech inicial del protagonista de la serie The Newsroom. En él, un tipo más bien tirando a conservador, acaba por repartir estopa a diestro y siniestro, a derechas e izquierdas, a republicanos y demócratas. Nadie se salva. Ni los meapilas retrógrados de misa diaria ni los ecologuays de “tor mundo es bueno”.

Posicionarse políticamente es francamente difícil en estos tiempos, a no ser que suspendas el juicio, te dejes llevar por la ideología sin darle demasiadas vueltas o confíes ciegamente en la democracia líquida. Sea como fuere, acaso nos queda un incentivo para escoger bando: el pragmatismo. En otras palabras: ¿qué postura nos resultará más satisfactoria? ¿Qué nos hará más felices?

Según un estudio del Centro de Investigación Pew señala que el 37 % de los republicanos se consideran “muy felices” en comparación con el 25 % de los demócratas. Una tendencia que se ha mantenido en Estados Unidos desde que empezó a formularse esta pregunta en 1972 por parte de la Encuesta Social General. Según Eduardo Porter, en su libro Todo tiene un precio:

Lo mismo ocurre en todo el mundo. Al parecer tiene que ver con el complejo de culpa de la izquierda. Un estudio llevado a cabo por psicólogos de la Universidad de Nueva York descubrió que la brecha de felicidad entre los de derechas y los de izquierdas aumenta cuanto más se agudiza la desigualdad de ingresos, lo que sugiere que la gente de derechas tiene más facilidad para racionalizar la desigualdad como un rasgo normal de la vida y se siente menos culpable por ello. Pero, si mejoran las perspectivas económicas de la gente, es probable que sean más felices.

Los de derechas aspiran a que el Estado no regule la vida económica, pero sí la vida moral; los de izquierdas, a que se regule la vida económica, pero no la moral. No sé hasta qué punto esta presunta felicidad de la derecha se debe a tal motivo (presunta, porque la felicidad difícilmente se puede medir, y menos a través de una encuesta). Lo que sí es cierto es que el derechas asume que el mundo es una jungla y que todos somos egoístas, así que no hay motivo para sorprenderse cuando te enfrentas a la cruda realidad. El de izquierdas, por el contrario, debe lidiar con su perpetua posición utópica que da de bruces contra una realidad poco permeable a sus ideas. ¿Qué opináis vosotros?

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