Las reglas se asumen mejor si están envueltas en una historia

Las reglas se asumen mejor si están envueltas en una historia
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Cuando el profesor de sociología Steve Epstein era abogado del Departamento de defensa, tuvo que hacerse cargo de la Oficina de Criterios de Conducta, donde tuvo que informar a diversos departamentos del gobierno del tipo de cosas que sus empleados estaban autorizados a hacer o no.

Lo que descubrió Epstein es que, a la hora de mantener fresca la normativa, era mucho más eficaz contar una historia que atrapara la atención de la gente que sencillamente enumerar las reglas una a una.

El libro de las historias normativas

Bajo esta filosofía, Epstein creó un libro de historias que enseñaban normas alq ue tituló La Enciclopedia de los Fallos Éticos, donde se contaban historias en las que trabajadores federales cometían erorres.

El libro estaba dividido en capítulos como "Abuso de posición", "Cohecho", "Conflicto de intereses" o "Violaciones de actividad política". Tal y como lo explican Dubner y Levitt en su libro Piensa como en freak:

Tuvimos noticia del "Empleado federal emprendedor" que "una noche acercó la furgoneta a la puerta de la oficina y robó todos los equipos informáticos" y al día siguiente "trató de liquidarlos en una venta de garaje". Aprendimos que "un oficial militar fue reprendido por fingir su propia muerte para poner fin a una aventura". También estaba la empleada del Departamento de Defensa que usaba su despacho en el Pentágono para vender propiedades inmobiliarias.

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Lo que descubrió Epstein y sus colegas del Pentágono es que una regla causa una mayor impresión cuando la historia que la ilustra está alojada en la mente. Las historias no solo cautivan nuestra atención, sino que facilitan que aprendamos, al menos en mucha gente.

Pongamos que hay una teoría o concepto o conjunto de reglas que necesitas transmitir. Mientras que alguna gente tiene la capacidad de entender directamente un mensaje complejo (ingenieros, científicos, etc.), la mayoría enseguida desconectamos si un mensaje es demasiado clínico o técnico.

Otra razón por la cual los conocimientos se aprenden mejor si se transmiten a través de historias es que las historias apelan a nuestro narcisismo: tendemos a ponernos en la piel del protagonista y empatizamos mejor con sus decisioens y avatares, de modo que asumimos la enseñanza como algo más propio. Una historia genera una resonancia profunda de hechos, sucesos y contexto.

No todas las historias son ciertas. Mucha sabiduría convencional está basada únicamente en una historia que, de tanto repetirse (con frecuencia por propio interés), es tratada como un evangelio. Así pues, siempre vale la pena cuestionar en qué historia se basa una certidumbre y qué significa realmente.

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