No puedes fiarte de la gente, y mucho menos puedes fiarte de ti mismo. Todo lo que pensamos está influido por toda clase de sesgos cognitivos, tropezamos en falacias lógicas como niños que apenas saben andar y las creencias se cuelan en nuestro discurrir diario como si la incoherencia, la mentira y el autoengaño fueran la forma principal de comunicarnos con los demás (y de entendernos a nosotros mismos).
De eso trata principalmente, Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman, que recibió el premio Nobel de Economía por su trabajo pionero en psicología sobre el modelo racional de la toma de decisiones, y actualmente profesor emérito en Princeton y ha sido incluido en la lista de 100 pensadores globales más influyentes por la revista Foreign Policy (¿estaré ahora mismo cometiendo una falacia de autoridad?).
La moderna psicología nos ha permitido descubrir cuán imperfecta es nuestra forma de pensar. Y Kahneman nos lo ejemplifica en un libro grueso y muy completo, donde no falta de nada. De hecho, está tan atiborrado de ideas, estudios, ejemplos e historias relacionadas con el mal funcionamiento de nuestro cerebro que una vez leído, ya no os hará falta leer mucho más.
Me lo creo porque me lo dices
Una de las inclinaciones irracionales de nuestro cerebro consiste en lo siguiente: la comprensión de una frase ha de empezar con un intento de creerla. Es decir, que hemos de saber lo que la idea significaría si fuese verdadera. Así que al recibir cualquier información, nuestro intento inicial de creerla es una operación automática.
Para levantar la incredulidad frente a una información exterior entonces hemos de proceder reflexionando más lentamente, más concienzudamente, sin el piloto automático, tal y como también ha sugerido el psicólogo Daniel Gilbert en su artículo "How Mental Systems Believe".
Al proceso de pensar con el piloto automático, Kahneman lo denomina Sistema 1. El proceso de pensar más concienzudamente, Sistema 2. De este modo, pues, interpreta el experimento que llevó a cabo Gilbert en el que se mostraba a los participantes una serie de afirmaciones sin sentido, del tipo "Una dinca es una llama", seguidas a los pocos segundos de una sola palabra, "verdadero" o "falso". Más tarde se sometería a un test de memoria de las frases que habían sido etiquetadas como "verdaderas", tal y como explica en Pensar rápido, pensar despacio:
Una de las conclusiones del experimento fue pedir a los sujetos que, durante la tarea, retuvieran dígitos en la memoria. El trastorno que esto suponía para el Sistema 2 tuvo un efecto selectivo: hizo difícil "no creer" enunciados falsos. En un test posterior de memoria, los participantes, exhaustos, terminaron pensando que muchas de las frases falsas eran verdaderas. La moraleja es importante: cuando el Sistema 2 se compromete con otra operación, creeremos cualquier cosa. El Sistema 1 es crédulo, tiende a creer, y el Sistema 2 se encarga de dudar y no creer, pero el Sistema 2 está a veces ocupado, y a menudo es perezoso. Hay, pues, evidencias de que las personas son más susceptibles de ser influidas por mensajes persuasivos vacuos, como los publicitarios, cuando están cansadas o agotadas.
El problema es que, en mayoría de ocasiones, tendemos a pensar deprisa y de forma impulsiva, antes que lento y de forma ponderada. Porque, como también señaló el Premio Nobel François Jacob, la evolución darwiniana (también la que afecta a nuestro cerebro) se parece a un manitas chapuzas...
que … a menudo sin saber qué a va a producir … utiliza todo aquello que encuentra a su alrededor, cartones viejos, trozos de cordel, fragmentos de madera o metal, para crear algún tipo de objeto viable … es un conjunto de piezas dispares unidas cuando y donde surgió la oportunidad.
Foto | MethoxyRoxy
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