El teorema de los monos infinitos y los orígenes de la creatividad

El teorema de los monos infinitos y los orígenes de la creatividad
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El proceso creativo a la hora de escribir no debería quedar fuera de la investigación científica, ni ser ignorado o desdeñado por los escritores que prefieran apelar a la inspiración como algo casi esotérico, particular, especia.

Como paralelismo, ¿os imagináis a un reputado cocinero que no sólo ignorara cómo funciona el aparato digestivo sino que, además, desdeñara este conocimiento y elaborara teorías románticas sobre la razón de que un ser humano necesite alimentarse? “Se come para conectar tus sentimientos con los sabores”, por ejemplo, “y el magisterio de la ciencia no tiene nada que decir al respecto”.

Los monos infinitos

Acerca de las miles de decisiones y vericuetos que se toman a la hora de concebir las miles de oraciones que constituyen un libro se realizó un curioso experimento mental, el teorema de los monos infinitos.

Este teorema, planteado originalmente por Émile Borel en 1913 en su libro Mécanique Statistique et Irréversibilité, plantea que si una gran cantidad de monos pulsara teclas al azar sobre los teclados de gran cantidad de máquinas de escribir, es probable que, por puro azar, conciba inconscientemente cualquier libro que se encuentre en la Biblioteca Nacional Francesa.

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La idea es tentadora: las combinaciones de letras, de frases, de párrafos, de ideas, de argumentos, es finita. Por lo tanto, con suficientes entes creadores, en algún momento se podrá alcanzar esa finitud.

Lo que perseguía Borel en realidad era generar una metáfora para ilustrar la magnitud de un acontecimiento extraordinariamente improbable.

A pesar de que este es sólo un experimento mental, hay personas que se lo han tomado muy en serio, como los responsables de The Monkey Shakespeare Simulator.

Se trata de un software que se puso en marcha el 1 de julio de 2003 y que simula a esta legión de monos escribiendo al azar. La idea es esperar cuánto tiempo se precisa para que se escriba por sí sola una obra de Shakespeare, de principio a fin, sin que medie ninguna inteligencia. La única fuerza creadora debe ser el azar.

El 3 de enero de 2005 se encontraron 24 letras consecutivas que formaban un pequeño fragmento de Enrique VI, parte 2.

Los resultados son un poco desalentadores, pero es un primer paso para bucear en los entresijos de la neurociencia, la memética o la psicología evolutiva a fin de esclarecer un poco más, lejos de palabras bonitas e ideas medievales, qué es la literatura, de dónde salen las ideas y qué es una buena obra o un clásico indiscutible.

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