
"Cada vez que una persona está forzada a reprimir sus sentimientos verdaderos, hay consecuencias negativas para su salud", asegura el Professor Dieter Zapf, investigador de las emociones humanas. Se planteó un curioso experimento, en el cual se juntó un grupo de personas en una sala simulando un centro de llamadas. Los clientes estaban preparados para abusar, literalmente, de los operadores. Mientras, el grupo se dividió en dos partes, una que estaba autorizada para contestar libremente a los clientes y otra que tenía prohibido la contestación libre, y debía mostrarse siempre alegre y servicial. De la experiencia, lo que se sacó fue que los que podían "contestar" mostraban aceleración cardíaca breve después de colgar el teléfono, pero para quien se tuvo que mantener amable, el cabreo (léase, aceleración cardíaca), se prolongaba en el tiempo. Yo, particularmente, no entiendo que esto se pueda considerar algo nuevo. ¿Acaso no sabemos todos lo a gusto que nos quedamos al decir las verdades a la cara? Yo por lo menos me quedo más ancho que largo, ¿o no es cierto?