A las chimpancés no les interesan de los juegos de poder de los machos

A las chimpancés no les interesan de los juegos de poder de los machos
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Tanto en el Homo sapiens como en los chimpancés, los machos acostumbran a crear mucha jarana en sus juegos de poder o exhibiciones de recursos. Lo hace, sencillamente, porque el macho quiere impresionar a la hembra. Sin embargo, la hembra no suele prestar demasiada atención en realidad y, de hecho, su forma de obtener su estatus no participa de este modus operandi.

Al menos es lo que sucede con los chimpancés. Y, al menos, es lo que sugiere un reciente estudio publicado en Scientific reports.

Prosperando en la pirámide social

A base de retar a sus rivales mediante gritos, ataques o persiguiendo a los que están por encima para tratar de ocupar su lugar es la forma en la que chimpancés intentan prosperar en la pirámide jerárquica a nivel social.

Gracias a un estudio publicado recientemente en Scientific reports, que se ha se basado en estudios previos recogidos a lo largo de 40 años sobre el comportamiento de cien chimpancés que vivían en estado salvaje en el Parque Nacional Gombe, en Tanzania, sabemos que las hembras no participan en esos juegos de poder de los machos. Ellas son más proclives a aceptar su puesto en la escala social y solo ascienden cuando los miembros más viejos del grupo mueren.

No hay retos ni competencia entre las hembras de chimpancé, solo el escalafón natural que rige el tiempo, según Steffen Forester, primer autor del estudio e investigador en la Universidad Duke, en Carolina del Norte.

Las diferencias entre machos y hembras se deben a que sus intereses son también distintos. Y es que si un macho tiene un rango superior, incluso durante un periodo corto de tiempo, puede conseguir copular con muchas hembras y alcanzar un alto éxito reproductivo. Por su parte, cada hembra solo es capaz de sacar adelante a un hijo cada vez, así que su éxito reproductivo depende mucho de cuánto tiempo puede vivir.

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¿Y en los seres humanos?

Entre los hombres también parece haber ventajas en el hecho de arriesgar más su vida para obtener un nivel de estatus superior, pues eso aumenta su probabilidad de copular con más mujeres. Aunque su manera de escalar en la pirámide social es distinta, al menos actualmente, a la de los chimpancés, tal y como explica Marvin Harris en su libro Nuestra especie:

Los varones fuman más que las mujeres, comen mayores cantidades de carnes rojas ricas en grasas, beben más alcohol, toman más drogas duras, se exponen a mayores cantidades de sustancias industriales tóxicas, corren mayores riesgos en el puesto de trabajo, conducen más deprisa e imprudentemente y desarrollan con mayor frecuencia personalidades competidoras generadoras de tensión.

Todos estos comportamientos tan varoniles desembocan en ataques del corazón, cánceres de pulmón, cirrosos hepática, accidentes de coche, accidentes laborales, homicidios o suicidios. Sólo el tabaquismo ya podría explicar la mayor parte de la actual diferencia de longevidades, a juicio de Harris. Ante lo cual, que los hombres aumenten su esperanza de vida cuando están casados podría tener cierta lógica: ya no necesitan hacer tanto el gallito para resaltar.

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