Sam Harris: la ciencia puede resolver preguntas morales

Sam Harris: la ciencia puede resolver preguntas morales
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Se suele decir que la religión nos dota de un sistema de valores. O que la ciencia no tiene nada que decir a propósito de lo que está bien o mal. Pero eso no es cierto. La ciencia es un instrumento muy sofisticado que nos permite indagar acerca de nuestras intuiciones morales.

Una intuición moral puede ser contradicha totalmente por el conocimiento científico. Porque las intuiciones morales sólo son eso: intuiciones. Y por tanto no se basan tanto en la evidencia como en el azar, los sesgos cognitivos, las emociones o el marco cultural vigente.

Un vistazo a…
La ciencia detrás del sueño y los efectos en nuestro cuerpo

Sam Harris lo ilustra estupendamente en la TedTalk que ilustra este post. Os recomiendo encarecidamente que le prestáis atención (podéis seleccionar subtítulos en español, si lo estimáis oportuno).

Además, os recomiendo que leáis a Harris, particularmente su libro El fin de la fe. Esas 30 primeras páginas de El fin de la fe son de una simplicidad y una coherencia tal que recuerdan a una operación matemática por fin bien resuelta. Haced la prueba. No es necesario que leáis la obra entera. Basta con las primeras 30 páginas. Sólo 30 páginas son suficientes para que yo admita que Harris construye una argumentación que está entre lo mejor que he leído en mucho tiempo sobre lo que son las creencias, por qué la religión es peligrosa o la razón de que sea perjudicial para todos que sigamos considerando respetable que alguien se declare abiertamente creyente o agnóstico.

Harris no sólo es un experto en neurociencia, también se graduó en Filosofía en la Universidad de Stanford y ha dedicado más de 20 años a investigar las tradiciones religiosas tanto de Oriente como de Occidente.

Recordad. 30 páginas. Y ya no podréis dejar de leer.

Según la agencia Gallup, el 35 por ciento de los norteamericanos cree que la Biblia es la palabra literal e infalible del Creador del Universo. Un 48 por ciento cree que es la palabra “inspirada” por Dios, igualmente infalible, aunque algunos de sus pasajes deban interpretarse de forma simbólica para que su verdad se haga pública. Sólo el 17 por ciento dudamos de que existiera una personificación de Dios que, en su infinita sabiduría, se molestó en redactar este texto, o que, ya puestos, crease la Tierra con sus 250.000 especies de escarabajos. Un 46 por ciento de los norteamericanos dan por válida una visión literal de la creación (el 40 por ciento creen que Dios ha guiado la creación a lo largo de millones de años). Esto significa que hay 120 millones de personas que sitúan en Big Bang unos 2.500 años después de que babilonios y sumerios aprendieran a fermentar la cerveza. Si aceptamos las encuestas, casi 230 millones de americanos creen que un libro que no evidencia unidad de estilo o coherencia interna alguna fue escrito por una deidad omnisciente, omnipotente y omnipresente. Seguramente, una encuesta entre los hindúes, musulmanes o judíos del mundo arrojaría resultados similares, revelándonos que nuestros mitos nos han intoxicado a medida que crecíamos como especie.

Imagen | samharrisorg

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