De cómo se produce el éxito de un artículo científico

De cómo se produce el éxito de un artículo científico
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El éxito de un artículo científico, pese a lo que pudiera pensarse, depende en gran medida de los mismos factores que influyen en el éxito de cualquier actividad artística: un maridaje entre arbitrio e injusta selección darwiniana.

Supongamos que en un artículo científico cualquiera, independientemente de la materia a la que se refiera, se citan a X individuos que han trabajado en el tema. La mayoría de los individuos citados en el artículo poseen unos méritos académicos y unos niveles de popularidad semejantes. Entonces, otro investigador que se propone escribir otro artículo acerca del mismo tema, tras leer este primer artículo, tomará citas aleatorias de un puñado de estos individuos de referencia para su bibliografía. Esto no es tan extraño: muchos articulistas e investigadores citan referencias sin haber leído la obra original, sólo extraen lo que les interesan de lo ya extraído por el artículo consultado.

De esta forma, un tercer articulista que lea el segundo trabajo (a su vez un digest bibliográfico del primero), tomará citas de las citas de los autores ya previamente seleccionados por azar en el segundo artículo.

De forma imprevista, el puñado de autores seleccionados en primer lugar empezará a despuntar, recibiendo mayor atención por nuevos articulistas y estudiosos, ya que se citarán en cada vez más textos.

Ahora pensemos en qué se diferencian este grupo de afortunados elegidos para ser citados en numerosos artículos y el resto de los individuos no citados del artículo fuente. El azar, la lotería, parece haber sido el principal motor de su éxito. Y ahora, gracias a esta fama llovida del cielo, estos académicos de referencia, además, podrán seguir escribiendo artículos y más artículos y les será más fácil publicar su obra, llegando también a más público. Este hecho alimentará recursivamente su propio éxito. (Por ello, los ya famosos pueden llegar a ser todavía más famosos que los que empiezan desde cero empleando el mismo grado de esfuerzo que estos últimos).

Recordemos que los eruditos se consideran como tal sobre todo por el número de veces que su obra es citada en las obras de otros autores (sin contar que se suelen originar citas por compromiso: si él me ha citado, yo le citaré a él). Lo cual arroja una sombra desalentadora hacia la divulgación y el progreso de la ciencia.

Porque, esta especie de endogamia o arbitraria carrera darwiniana, finalmente, provoca que los autores que no son citados a menudo por motivos totalmente ajenos a la calidad de su obra, se vean obligados a abandonar para ponerse a trabajar para el Estado, por ejemplo, perdiendo por el camino mucho de su ímpetu visionario inicial. Porque quienes recibieron un fuerte empuje al inicio de sus carreras académicas seguirán gozando de constantes ventajas acumulativas a lo largo de su vida.

Estos mecanismos de selección azarosa y destrucción de autores potencialmente brillantes es inherente a la naturaleza humana; es lo que se llama, en sociología, “ventaja acumulativa”. Nada podemos hacer por corregirlos, sólo podemos aspirar a paliarlos y a lamentarnos de todas las mentes que han quedado silenciadas por los inextricables e indomables devaneos psicosociales que determinan el éxito, el poder, la fama y el mérito, como carambolas cósmicas.

Más información | El Cisne Negro, de Nassim Nicholas Taleb

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