La combustión espontánea

La combustión espontánea
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Supongo que muchos de vosotros habréis oido hablar de la combustión espontánea, ese supuesto fenómeno por el cual las personas pueden arder en llamas sin razón aparente, quedando reducidas a cenizas y sin poder apagar el fuego que, supuestamente, se ha originado en el interior de sus cuerpos. Si bien ha habido muchos casos registrados en la historia medianamente reciente de la humanidad, todos ellos bien "documentados" en los detalles del proceso de combustión y las aparentes razones y evidencias que sustentan al fenómeno, lo cierto es que, a menos que se demuestre lo contrario, la combustión espontánea es una patraña.

Como tantas otras patrañas en la Historia, muchos han querido darle base científica con el fin de que fuese creible, y como todas esas mismas veces, el supuesto cientifismo no pasa de palabrería adornada convenientemente. Normalmente, los detalles de los casos de combustión son difusos y poco creibles, y cuando se constata la falta de explicación plausible, se procede a afirmar la corrección de las explicaciones aún sin haber dado datos acerca de cómo surgió el fuego o como los cuerpos ardieron de tal forma.

Falsa combustión espontánea

En las escenas donde se registran supuestas combustiones espontáneas, se pueden encontrar a menudo fuentes de calor, o fuego incluso, como cerillas, cigarrillos, velas, estufas,... pero nunca son encontradas culpables de tales horrores. ¿Por qué? La sentencia es clara, pues muchos cuerpos son encontrados parcialmente carbonizados, salvo antebrazos y piernas. ¿Cómo explica la ciencia esto? Pues sencillo. Si la ropa se quema por cualquier razón real, la materia orgánica que está debajo se calienta a medida que el fuego progresa. Esto hace que la grasa (que todos tenemos) también se caliente y llegue un momento en el que sirva de combustible al fuego, convirtiéndose en ese momento las partes recubiertas por ropa en una auténtica pira. Los antebrazos y eventualmente las piernas pueden estar descubiertas y no sufrir ese proceso, o bien pueden quedar lejos del alcance de las llamas, que ascienden.

Simplemente no hay mecanismos posibles que den lugar a la combustión de un ser humano si no se le pega fuego. Como siempre, los defensores irracionales de temas como estos, introducen las fatídicas palabras, o conjuntos de palabras, "misterio", "fenómeno paranormal" o "energía psíquica", que no tienen en realidad ningun significado físico ni, por lo menos a mi entender, interés científico. Los hay incluso que llegan a descubrir las partículas elementales causantes de esto: los pirotrones. Los pirotrones, según su iluminado descubridor, son unas partículas elementales que son capaces de degenerar en una fusión nuclear espontánea, que libera tanta energía que prende el cuerpo en llamas. Esto merece un adjetivo calificativo muy claro, pero lo mejor sería explicarle al aspirante a Premio Nobel que para que una fusión nuclear como la que él justifica, es necesario que el cuerpo (que es el contenedor de los pirotrones) alcance una determinada energía, por ejemplo en forma de calor, y que mucho antes de llegar a alcanzar dicha energía será convertido en polvo, por una combustión provocada.

Yo, de pequeño, leí sobre esto. Lástima que lo hice en una revista seudocientífica, y hasta pasado un cierto tiempo no encontré pruebas que me hicieran abrir los ojos ante la evidencia de que tales hechos no son posibles. Ahora, si alguien me dice que tiene miedo de una combustión espontánea, le digo que apague bien la chimenea, las velas, y no fume en la cama.

Vía | New Haven Advocate

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