¿Es la religión la fuente de todos los males? (I)

¿Es la religión la fuente de todos los males? (I)
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Cada vez que se produce un debate público sobre ciencia versus religión, sus interlocutores acaban derivando el debate hacia las consecuencias prácticas (malas o buenas) de ambas formas de afrontar la realidad. No tardará en afirmar alguien, probablemente aquejado con el síndrome de Frankestein, que la ciencia es la fuente de todos los males. O su lado contrario, probablemente un anticlerical, replicará: no, en realidad la fuente de todos los males es la religión.

En este artículo trataré de demostrar que esa clase derivas no son fructíferas, y desvían el tema sobre lo realmente importante.

Un vistazo a…
La ciencia detrás del sueño y los efectos en nuestro cuerpo

Si bien algunos de los libros actuales más populares sobre el debate ciencia/religión, como el de Richard Dawkins, Sam Harris o Christopher Hitchens, dedican capítulos enteros a los efectos perniciosos que producen las religiones, considero que conducir el argumento por esa vereda es un poco peligroso. Imaginaos que se descubre, tras una profunda investigación, que en realidad la religión produce más beneficios sociales y psicológicos que el ateísmo. ¿Entonces se acabaría el debate? ¿Permitiríamos de nuevo las teocracias?

De la misma manera, sacar a relucir las barbaridades que aparecen en los libros sagrados de cualquier religión es como tratar de coger arena de la playa con las manos. Tal y como comenta el físico Alan Sokal:

Tienden a ser una mezcolanza incoherente de lo sublime y lo prosaico, lo loable y lo aborrecible; además de eso, sus prescripciones éticas están a menudo envueltas en lenguaje oscuramente elíptico. Los creyentes pueden, por consiguiente, acabar encontrando apoyo escriturístico caso para cada proposición que quieran imaginar. ¿Ha de sorprender que entre los cristianos devotos podamos encontrar tanto partidarios apasionados como oponentes apasionados de la pena de muerte?

Si nos ponemos a buscar datos empíricos históricos sobre las cosas buenas y malas que ha procurado la religión, pasaría algo parecido a si nos pusiéramos a buscarlas sobre el comunismo o el capitalismo: los datos son abrumadores, se pueden interpretar de múltiples formas, hay mucho sesgo. Como apunta el propio Sokal a propósito del libro de Sam Harris, uno puede sacar a colación la Inquisición o la caza de brujas, pero los defensores del cristianismo, por contrapartida, podrían sacar a colación a Martin Luther King o la teología de la liberación; o incluso los beneficios psicológicos de rezar o de vivir en una comunidad tan protectora como la religiosa.

¿Cuándo podríamos terminar de debatir un asunto como éste? Probablemente, nunca. Y, además, perdemos un precioso tiempo con ello: permitimos que los defensores de la religión puedan discutir sobre las consecuencias éticas de su religión y no sobre el mérito intrínseco de sus doctrinas, por ejemplo a nivel epistémico.

Por ejemplo, doctrinas seculares como el nazismo, el comunismo o determinados nacionalismos pueden haber causado tanto daño en el mundo como las doctrinas religiosas. Así que el punto flaco de las doctrinas no es que sean religiosas o seculares, sino que son doctrinas dogmáticas (ejemplo de ataque a nivel epistémico).

Con todo, ¿religión y ciencia pueden convivir en planos distintos, sin entrar en conflicto? En la siguiente entrega de ahondaré en ello.

Vía | Más allá de las imposturas intelectuales de Alan Sokal

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