10 razones para no perder el tiempo con las pseudociencias (y II)

10 razones para no perder el tiempo con las pseudociencias (y II)
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8 La pseudociencia acostumbra a ser relativista, es decir, se adscribe a la corriente intelectual caracterizada por el rechazo más o menos explícito de la tradición racionalistas de la Ilustración, mediante discursos teóricos desligados de cualquier comprobación empírica, y por un relativismo cognitivo y cultural que no considera la ciencia más que una “narración”, un “mito” o una construcción social.

Existen muchas corrientes diferentes: unos dependen de Derrida y Heidegger; otros más de Foucault; otros, de la sociología constructivista de la ciencia (Barnes, Bloor, Collins, Latour…); otros, del subgrupo feminista constructivista (Haraway, Harding, Keller…), etc.

9 La mayoría de la ciencia moderna apenas es comprendida ni sabida por la mayor parte de la población, incluso en países industrializados. Sin embargo, mucha gente se cree capacitada para practicar o entender pseudociencias (básicamente porque las pseudociencias suelen ser mucho más asequibles intelectualmente, como una narración simplificada de los complejos manuales de ciencia genuina: será infrecuente encontrar un libro de genética avanzada que resulte más sencillo que el más complejo de los libros de pseudociencia).

Así pues, además del atractivo psicológico inherente de los aspectos marginales u ocultos de la realidad, las pseudociencias tienen éxito porque son simples.

10 Muchas de las pseudociencias más populares, de confirmarse, constituirían una Revolución Científica muy superior a las de Copérnico, Galileo, Newton, Dalton, Darwin, Mendel, Maxwell, Einstein, Heisenberg y Schrödinger combinadas. Y muchos de sus pseudocientíficos deberían recibir el Premio Nobel.

En palabras llanas, son personas o disciplinas que saben más que los científicos de todos los países del planeta. Así pues, las afirmaciones de las pseudociencias precisan de un respaldo empírico más fuerte que un puñado de estudios discutibles.

Vía | Más allá de las imposturas intelectuales de Alan Sokal

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