Actualmente hay mucha evidencia de que el cambio climático se está produciendo. Sin embargo, todavía hay grupos de personas que consideran que el calentamiento global es una filfa y que, de hecho, se está originando un enfriamiento global, en vez de un calentamiento. Es el caso de investigadores de lo paranormal como Luis Carlos Campos, que incluso tiene libros publicados al respecto.
Otras personas directamente niegan tanto el enfriamiento como el calentamiento. Nada esta cambiando en el planeta. ¿Cómo saber quién tiene razón? La mayoría apelará a lo que digan los científicos. Pero no es tan sencillo: ¿qué es exactamente un científico? ¿Un físico puede opinar del mismo modo acerca del calentamiento global que, por ejemplo, un químico?
En ciencia, las mayorías no son prueba de nada. Es decir, aunque se suele emplear la oración “la mayoría de los científicos opina que…”, esta frase carece de valor por sí misma si no se emplea como metáfora de “la mayoría de los estudios publicados en revistas de alto impacto, así como los metaanálisis posteriores, sugieren que…”.
La ciencia se basa en pruebas, evidencias y experimentos, y sobre todo en saber explicar la concatenación de hechos que producen determinado efecto. Si se basara en la opinión de los científicos, sin más (y nos fiáramos de sus opiniones, sin más), entonces no estaríamos haciendo ciencia, sino, crítica cinematográfica, por ejemplo.
Los 30.000
El mejor ejemplo de que las mayorías no son fiables si solo se presenta como prueba la mayoría en sí sucedió hace ya unos años, cuando el Instituto de Oregón para la Ciencia y la Medicina, creado por Arthur Robinson, el químico Noah E. Robinson y el veterinario Zachary W. Robinson (sí, eran familia), publicó el manifiesto The petition project.
El proyecto defendía la idea de que las emisiones de gases que lleva a cabo el ser humano no guardan relación con el cambio del clima. En la última de sus ediciones, de octubre de 2007, en su portada mostraba un título que no podía dejar indiferente a nadie: “31.487 científicos rechazan el cambio climático”.
Algo así como “nueve de cada diez dentistas” recomiendan X. ¿Cómo resistirse a tamaña cantidad de científicos negando una presunta evidencia?
Sin embargo, si buceáramos en las pruebas que aducen dichos científicos para negar el cambio climático no encontraríamos más que ideología o prejuicio, no verdadera ciencia (los científicos son seres humanos, y entre ellos también hay gente que se autoengaña, o que engaña directamente, o gente que se deja comprar, o gente que opina demasiado a la ligera sin conocer en profundidad el tema objeto de análisis).
Como analizar los argumentos de cada uno de esos científicos es muy costoso, basta con echar un vistazo a sus titulaciones. Muchos de ellos ya estaban muertos. Y Robinson, para considerar científico a un científico capacitado para opinar sobre el cambio climático, sólo necesitaba de un requisito: una diplomatura o una licenciatura.
En consecuencia, entre los miles de científicos de la lista que aún estaban vivos había 9.751 ingenieros mecánicos, 3.069 médicos, 1.198 dentistas, 71 ingenieros agrónomos y licenciados en agricultura, 903 informáticos…
Podríamos incurrir en una falacia de autoridad si desprestigiamos la opinión de alguien en base a sus estudios académicos. Pero el progreso científico se volvería insufriblemente lento si se tuviera que ponderar cualquier opinión del primer chiflado que se presenta en una revista o institución. Por ello, el progreso se basa en experimentos o estudios publicados en revistas revisadas por pares. Por eso los experimentos se presentan a la comunidad científica para que sea ésta la que encuentre errores o inconsistencias (la ciencia avanza a través de la falsabilidad). Si un ingeniero agrónomo opina sin más sobre un tema complejo como el cambio climático, entonces ni siquiera importa su titulación. Es un atrevido, un imprudente y, sobre todo, un desconocedor del funcionamiento del método científico.
Úsese este baremo para catalogar a las hordas de individuos que, amparados por sus titulaciones académicas, opinan sobre transgénicos, homeopatía o papiroflexia.
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