Empatía médica: lo médicos más demandados son las que carecen de ella

Empatía médica: lo médicos más demandados son las que carecen de ella
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La mayoría de médicos demandados judicialmente por sus pacientes no son los más negligentes, sino los que, en caso de error médico, muestran menos empatía, se ponen menos en la piel de sus pacientes a nivel psicológico.

Ante los recortes de Sanidad es evidente que los médicos cada vez disponen de menos tiempo para dedicarle a sus pacientes, así que se ven obligados a administrarlos de forma automática, notarial, sin apenas implicarse. No obstante, aquí parece estribar el problema fundamental médico-paciente.

Un artículo dirigido a los médicos que trataba sobre cómo establecer un vínculo empático con sus pacientes fue titulado precisamente “Let me see if I have this right…” (Permítame ver si he entendido bien), una oración básica para construir empatía.

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El artículo esboza la hipótesis de que el establecimiento de la conexión emocional requiere de tiempo hasta averiguar cómo el paciente se siente con su enfermedad. Tal y como explica Daniel Goleman en su libro Focus:

La falta de atención a lo que les dicen encabeza la lista de quejas que los pacientes tienen de sus médicos. Pero muchos médicos se quejan también de que la falta de tiempo les impide prestar a sus pacientes la debida atención. Y esta dificultad se debe, entre otras muchas cosas, a la obligación de mantener un registro digital que, en algunos casos, les lleva a prestar más atención al ordenador que al paciente.

Aumentar la empatía entre el médico y paciente no solo favorece al paciente, sino al médico: no solo porque se reducen las demandas judiciales por errores médicos, sino porque el diagnóstico se vuelve más preciso, se obedecen más las prescripciones facultativas y, en general, aumenta la satisfacción y la lealtad de los pacientes.

En ese sentido, pues, resulta tan importante el análisis emocional del paciente como el diagnóstico clínico. Aunque solo sea para evitar dichas demandas:

Los más demandados muestran menos indicios de compenetración emocional, llevan a cabo visitas más cortas, no se interesan por las preocupaciones de sus pacientes, ni se aseguran de que sus preguntas se vean respondidas, y mantienen una mayor distancia emocional, con pocas o ninguna sonrisa, por ejemplo.
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