Aspirinas y úlcera péptica

Aspirinas y úlcera péptica
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Todos hemos escuchado alguna vez al médico decirnos que si tomamos aspirina por un período prolongado de tiempo, es necesario acompañarla de un protector gástrico, pero ¿por qué?

La Aspirina, o ácido acetilsalicílico, pertenece al grupo farmacológico de los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs). Estas sustancias comparten un importante espectro de acción con los antiinflamatorios esteroideos, o corticoides, pero son más seguros en cuanto a los efectos no deseados. A los AINEs también pertenecen otros fármacos de gran uso en la actualidad como el ibuprofeno, el naproxeno o el metamizol. Todos ellos, en mayor o menor medida, son, como su propio nombre indica, antiinflamatorios, analgésicos (efectivos en el dolor leve-medio, forman parte de los dos primeros escalones de la escalera analgésica de la Organización Mundial de la Salud) y antipiréticos (bajan la fiebre, pero no alteran la temperatura corporal si no hay un proceso febril).

Todos estos efectos, se llevan a cabo a través de su capacidad inhibitoria de la enzima ciclooxigenasa (COX), que es la encargada de producir un grupo de moléculas llamadas prostaglandinas. Derivadas del ácido araquidónico, las prostaglandinas sirven de mediadores en muchas situaciones, entre ellas los mecanismos relacionados con los procesos inflamatorios, pero también tienen un papel fundamental en la defensa de la mucosa gastroduodenal frente a la acidez.

Uno de los primeros pasos de la digestión química de los alimentos tiene lugar en el interior del estómago, donde las células parietales son las encargadas de secretar el ácido clorhídrico necesario para la descomposición de los alimentos en las diferentes sustancias que más tarde serán absorbidas en el intestino. Para evitar que el HCl lesione la mucosa gástrica, disponemos de varios mecanismos que se aglutinan en el concepto de la "barrera mucosa gástrica", y que se basan en la secreción de moco alcalino y en la continua regeneración de las células que tapizan la cavidad del estómago. Para que este sistema funcione es esencial la mediación de las prostaglandinas de la serie E.

Es fácil comprender que si tomamos un fármaco que, como los AINEs, impiden que se formen prostaglandinas, tanto por vía sistémica como por contacto directo, en el caso de que se administren por vía oral, la aspirina y demás fármacos del grupo, favorecerán que el HCl actúe sobre la mucosa gástrica desprotegida. Este contacto puede producir gastritis, úlceras pépticas (especialmente gástricas, aunque también duodenales), sangrados intestinales, perforaciones, etc. Tampoco es difícil comprender que aquellos que piensan que un AINE por vía intramuscular no necesita protección gástrica están equivocados.

Estos efectos secundarios pueden ser muy importantes en personas de edad avanzadas, fumadores, con historia ulcerosa, que necesiten tomar anticoagulantes o asocien los antiinflamatorios a corticoides, aunque en la mayoría de los pacientes son perfectamente asumibles. La seguridad ha aumentado especialmente desde que disponemos de los fármacos inhibidores de la bomba de protones (IBP), como el omeprazol, que nos permiten disminuir la secreción ácida gástrica con gran eficacia, reduciendo de forma importante el riesgo de complicaciones intestinales por la toma de aspirina. Aunque hay otros antisecretores, son los IBP los que habitualmente se conocen como protectores gástricos.

En los últimos años, con el descubrimiento de las dos isoformas de la enzima ciclooxigenasa, que nos permiten distinguir la que se expresa de forma constitutiva en todas las células del organismo (COX-1) y la que se induce en situaciones de inflamación (COX-2), se han desarrollado un grupo de AINEs inhibidores selectivos para la COX-2 que carecerían de efectos sobre la mucosa gástrica. Muy prometedores para el tratamiento de enfermedades que, como las reumatológicas, requieren tratamientos de forma prolongada, su conveniencia ha sido puesta en tela de juicio después de que en 2004 se retirara el rofecoxib ante la evidencia de que aumentaba el riesgo de padecer trastornos cardiovasculares. Aunque estos efectos no han sido descritos en el resto de drogas del grupo (meloxicam, nimesulida, celecoxib...), parece que los laboratorios y los profesionales de la medicina han preferido mostrarse cautos a la hora de alabar a estos nuevos fármacos.

Más información | AINEs en Wikipedia Más información | Rofecoxib en Medline Plus

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