
El ser humano, en su intento de descender bajo la tierra, no ha llegado demasiado lejos. Por supuesto, debo omitir Viaje al Centro de la Tierra, de Julio Verne. Desciende por el cráter del Snaefellsjökull cuando la sombra de Scartaris lo acaricie, antes de las calendas de julio, viajero audaz, y llegarás al centro de la Tierra, dice Verne. Lo cierto es que si os asomáis al Snaefellsjökull, no distinguiréis más que el fondo del volcán, poco más.
Sin embargo, bajo nuestros pies hay más vida que sobre la superficie del mundo. Algunos científicos estiman que podrían existir hasta 100 billones de toneladas de bacterias viviendo bajo nosotros, en lo que se conoce con el pomposo nombre de ecosistemas microbianos litoautótrofos subterráneos. Así que, a pesar de que Thomas Gold, de la Universidad de Cornell, ha calculado que todas las bacterias del interior del mundo se colocaran en la superficie se cubriría el planeta hasta una altura de 15 metros, apenas sabemos con certeza lo que hay allí abajo.
Es el llamado sótano de las golondrinas, conocido así porque los vencejos, para abandonar el fondo de la cueva, vuelan en espiral, originando un espectáculo que corta el aliento, y al atardecer se lanzan por turnos en picado para regresar a la altura de sus nidos.