A pesar de lo que dicen los racistas, somos una especie extraordinariamente poco diversa a nivel genético

A pesar de lo que dicen los racistas, somos una especie extraordinariamente poco diversa a nivel genético
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Que si piel negra, que si ojos rasgados, que si piel blanca, pelo rizado, nariz grande... todo esos rasgos fenotípicos nos pueden resultar muy llamativos, pero indican que seamos particularmente diversos a nivel genético. Más bien, somos una especie muy homogénea.

Además, los rasgos anteriormente mencionados tampoco refieren ninguna diferencia genética destacable: hay más diversas genética entre negros en el continente africano, por ejemplo, que entre un blanco y un negro.

Estudios genéticos globales

A pesar de los discursos racistas como el de Hitler o las insinuaciones xenófobas de algunos políticos dirigidas a los que nacen del otro lado de sus fronteras imaginarias, lo cierto es que la genética tiene poco que decir a propósito de cuán diferente somos, ya sea por rasgos físicos como conductuales.

El color del pelo, de los ojos, de la piel, la forma del cráneo... todo ello no son más que diferencias regionales superficiales que, sin embargo, no afectan a la uniformidad genética global de la especie humana. Tal y como abunda en ello Lewis Dartnell en su libro Orígenes:

En realidad, hay más diversidad genética entre dos grupos de chimpancés que viven en orillas opuestas de un río de África central que entre humanos que vivan en rincones opuestos del mundo.

La mayor diversidad genética en el planeta Tierra no se encuentra, de hecho, entre África y el resto de continentes, ni entre europeos o chinos, sino entre habitantes del propio continente africano.

Además, estos estudios genéticos sugieren que la humanidad que se distribuye en la actualidad por el mundo desciende de un único éxodo desde África más que de múltiples oleadas migratorias, y probablemnete no más de unos miles de migrantes originales.

Si acaso sí que hay cierto entrecruzamiento genético con otra especie (si es que se puede llamar así): nuestros antepasados, a medida que empezaron a expandirse en Eurasia, se toparon con otros homínidos que ya habían abandonado África mucho antes y se reprodujeron con ellos.

Homínidos como los neandertales, de los que adquirimos una traza de su ADN (aproximadamente el 2 por ciento) o los denisovanos, entre otros. Y, por supuesto, el término raza, entre humanos, constituye un término equívoco.

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