
Las explosiones, mayormente potentes, también pueden originar lugares malditos interesantes. Una explosión no deja de ser un movimiento sísmico, un corrimiento de tierras, un cambio radical en la orografía.
Es así como lo entendieron, al menos, los responsables de la delirante Operación Plowshare, la cual pretendía demostrar que las armas nucleares podían usarse para la ingeniería civil, por ejemplo para crear caminos entre montañas, bahías o hasta para ensanchar el canal de Panamá. Algo así como matar moscas a cañonazos. Afortunadamente, el proyecto acabó desestimándose.
Sin embargo, como resultado de todas las pruebas nucleares realizadas (925 en total, todas en el desierto de Nevada, Estados Unidos), ahora existe un lugar que podéis visitar y cuyo aspecto recuerda (sobre todo por los cráteres) a la superficie de la Luna, o la dermis asolada por el acné de un adolescente. Me estoy refiriendo a Nevada Test Site, un inmenso campo de pruebas del Ejército de los Estados Unidos desde 1951.
Las víctimas fueron compensadas por el Gobierno con 50.000 dólares cada una.