
El elefante se podría describir como un Groucho Marx de la naturaleza. Pero antes de explicar la razón, ahondemos en los fascinantes y necesarios añadidos que el elefante requiere para sobrevivir con el cuerpo terrestre más grande de la naturaleza.
-El primero son las orejas. El sobrecalentamiento supone un problema para los grandes mamíferos, de modo que las orejas del elefante evolucionaron para refrigerar el cuerpo, como dos grandes abanicos del tamaño de sábanas de cama individual.
Cada vez que el elefante sacude sus orejas, no vuela como Dumbo, pero hace algo más asombroso: reduce la temperatura sanguínea hasta los 5 grados centígrados. ¿Quién quiere ventiladores cuando puede tener orejas de elefante? El tejido de los vasos sanguíneos actúa como la rejilla de un radiador de coche, y el dibujo que forman es exclusivo de cada individuo, como las huellas dactilares humanas.
Los lóbulos como dedos del extremo de la trompa son tan precisos que pueden agarrar un grano de arroz, pero un trompazo es capaz de matar a un león de un solo golpe.
A pesar de tener un cuerpo tan aparatoso, sin embargo, el elefante puede ser muy sigiloso: el “caminar silencioso” se debe a una capa de cartílago situada en las pezuñas, entre el hueso y la almohadilla (que absorbe los impactos). Las pezuñas también sirven para escuchar, como si fueran orejas que perciben llamadas de muy baja frecuencia de otros elefantes situados a casi 10 kilómetros de distancia.
-Tienen prácticas de duelo: suelen visitar y acariciar los huesos y los colmillos de los muertos. Si la asociación “cementerio de elefantes” y “Groucho Marx” os hace venir a la cabeza el epitafio que hay escrito en la tumba de Groucho (“Disculpe que no me levante”), os desvelo como curiosidad que tal epitafio es sólo una leyenda.
Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd