Singularidades extraordinarias de animales ordinarios (XLVI): el topo

Singularidades extraordinarias de animales ordinarios (XLVI): el topo
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A pesar del mito, los topos no son ciegos, pero sin duda jamás deberíamos confiar demasiado en la agudeza visual de un topo: sólo distinguen entre la luz y la oscuridad.

El verdadero hito evolutivo del topo de nariz estrellada (Condylura cristata) es su nariz, que tiene un aire a una anémona rosada… aunque en verdad es una “mano” con 22 dedos sin poder de sujeción que el topo usa para formarse una imagen completa de su mundo subterráneo.

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Su nariz es tan sensible que tiene una densidad de terminaciones nerviosas muy superior a la del clítoris femenino. No en vano, para oler, el topo usa una capacidad cerebral similar a la que otros mamíferos usan para ver. Es decir, que en realidad, la “mano” es un “ojo”.

De hecho, el topo es el único mamífero que es capaz de “oler” debajo del agua mientras salen grandes burbujas de aire de sus fosas nasales.

La velocidad del topo de nariz estrellada es también legendaria si hablamos de sus reflejos. Localiza, identifica y se zampa una larva de insecto en nada menos que 227 milésimas de segundo de media. Para que os hagáis una idea de esta magnitud, es tres veces más rápido que nuestra reacción de pisar el freno ante un semáforo rojo.

Podemos entender estos reflejos de rayo si tenemos en cuenta que, si un topo no come en ocho horas, probablemente se morirá. El topo europeo (Talpa europaea) se alimentan sobre todo de lombrices. Y necesitan comer alrededor de 100 piezas diarias.

Teniendo en cuenta que las muerde en la cabeza para inmovilizarlas, el topo puede almacenar hasta 500 lombrices en “despensas” subterráneas. Los topos beben mucho, y al menos uno de sus túneles tiene salida junto a un canal o un estanque. Contrariamente a lo que asegura el mito, no comen raíces de plantas ni otra materia vegetal. Si los gusanos escasean, un topo puede cavar 45 metros de túneles nuevos en un día, el equivalente a un humano moviendo 4 toneladas (alrededor de 1.000 paladas) cada 20 minutos.

En la segunda mitad del siglo XIX, la piel de topo proporcionó a los cazadores de topos unos ingresos muy sustanciosos. Se necesitaban 100 pieles para confeccionar un chaleco. A principios del siglo XX se exportaban varios millones de pieles de topo al año desde Gran Bretaña a Estados Unidos.

Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd

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