Religión y salud: de cómo las creencias se propagarían en función del número de agentes patógenos

Religión y salud: de cómo las creencias se propagarían en función del número de agentes patógenos
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Algunas prescripciones que podemos encontrar en diversa religiones guardan relación con la salud, como evitar el consumo de tabaco o de alcohol.

Muchas prohibiciones relativas a determinados alimentos, como evitar la carne de cerdo o comer animales muertos por causa natural, en tiempos pretéritos pudieron servir lar disminuir la incorporación de agentes patógenos a los cuerpos de sus fieles. Al igual que las prácticas de desangrar a los animales antes de consumirlos, como indica la ley islámica.

Sin abandonar los patógenos, existen estudios que vinculan la escisión de religiones (mucho más frecuente que la fusión) con tales agentes patógenos, en particular la carga total de gérmenes. Simultáneamente, estas divisiones religiosas dan lugar a doctrinas para justificarlas, tal y como abundan en ello el doctor en biología de Harvard Robert Trivers en su libro La insensatez de los necios:

Se supone que la carga total de agentes patógenos es una medida global del número de tales agentes y del grado de perjuicio que causan a la población. En condiciones ideales, se la mediría con índices como el grado de mortalidad general (o de pérdida reproductiva) debido a enfermedades, pero habitualmente se la miela contando simplemente el número de enfermedades importantes que se registran en la población y la fuerza relativa de sus efectos negativos.
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La teoría se sustenta en que si la carga de patógenos es pequeño, un miembro del grupo y un extraño tendrán menos riesgo de nuevas infecciones. Pero si es algo, entonces el extraño habrá sido producto de una selección tendiente a hacer frente a gérmenes ligeramente diferentes, de modo que puede ser portador de agentes contra los cuales él tiene resistencia pero los miembros del grupo no.

Así pues, cada grupo es una amenaza respectiva para el otro. La selección quizá evite que los miembros se eviten entre sí. Lo que aumentaría el etnocentrismo y, por extensión, las creencias esgrimidas, que servirán para excluir a los extraños.

Ello también explicaría en parte por qué hay regiones donde hay más diversidad religiones (también lingüística) que en otras. En Canadá, por ejemplo, hay 15 religiones, y en Brasil, 159. Canadá, muy al norte, tiene una carga de patógenos pequeña, pero Brasil, en cambio, está en la región tropical, donde la carga es muy grande. Otro ejemplo: Noruega y Costa de Marfil tienen el mismo tamaño, pero en la primera región hay 13 religiones, y en la segunda, 66.

Es una idea interesante, aunque carente, aún, de la evidencia suficiente. Y tampoco explicaría, quizá, los grandes cismas religiosos. Pero sin duda pone en evidencia, una vez más, cómo nuestras decisiones, creencias y sesgos endogrupales se deben, en parte, a cuestiones azarosas. Simples casualidades que, sin embargo, defendemos como si fueran decisiones propias muy meditadas.

En todo el globo, la diversidad religiosa y lingüística, y también la diversidad étnica, coinciden exactamente con la carga de agentes patógenos: allí donde la carga de gérmenes es mayor, hay más religiones, lenguas y grupos étnicos por unidad de superficie. No hay resultados específicos sobre la relación precisa entre las religiones y las lenguas, pero los resultados que acabo de presentar han sido corregidos para eliminar muchas variables.
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