Los gatos obsesos sexuales que transmitieron culturalmente su obsesión (corregido)

Los gatos obsesos sexuales que transmitieron culturalmente su obsesión (corregido)
Facebook Twitter Flipboard E-mail

Entono el mea culpa. El experimento que se narra a continuación es ficticio y sale de la pluma del novelista Tom Wolfe. Debería haber comprobado algo tan obvio como que Starling no obtuvo ningún premio Nobel, porque ni siquiera existe. Disculpad las molestias y gracias por el toque de atención: prometo no cometer más deslices de este tipo. Quede, pues, este artículo como un ejemplo para el día de los inocentes o aquél otro artículo titulado La errata como forma de ser original: insectos y otras cosas que no existen en realidad.

—————————

Victor Ransome Starling es un biólogo que descubrió algo sorprendente sobre el sexo de los gatos cuando tenía sólo 28 años. En 1983, siendo profesor de Psicología en la Universidad de Dupont, Starling extirpó la amígdala a 30 gatos.

La amígdala es una parte del cerebro que controla las emociones de los mamíferos superiores, incluidos nosotros. Al extraer la amígdala, los animales pueden sentir estados afectivos impropios: por ejemplo, cuando hay que tener miedo, sentir aburrimiento. O pueden sentir excitación sexual aunque no haya ningún estímulo para ello.

Es justo lo que le pasó a los gatos de Starling: entraron en un estado de excitación sexual exagerado que obligaba a los gatos a copular con frenesí de formas extremas: por ejemplo, un gato montado sobre otro gato era a su vez montado por un tercero, y así sucesivamente hasta crear cadenas de gatos copuladores de hasta tres metros de longitud.

Sin embargo, ocurrió algo inesperado. En la sala donde se llevaba a cabo el experimento, las jaulas de los gatos amigdalectomizados compartían espacio con las jaulas de un grupo de control de gatos que no habían sufrido ninguna intervención quirúrgica.

Cuando Starling abrió la jaula de los gatos de control, el primer gato liberado saltó de inmediato sobre él, frotándose contra su zapato como si copulara con él. El gato poseía su amígdala intacta, sin embargo parecía comportarse como el resto de gatos amigdalectomizados.

Lo que había ocurrido es que los gatos de control habían observado durante días a los gatos amigdalectomizados. Aquella atmósfera social gatuna de sexo desenfrenado había calado en los gatos de control, como si también hubieran sido amigdalectomizados. Incluso un entorno “cultural” tan anormal como aquél, podía modificar con el tiempo las respuestas determinadas genéticamente de los animales sanos.

Catorce años después, Starling obtuvo el premio Nobel.

Vía | Soy Charlotte Simmons de Tom Wolfe

Comentarios cerrados
Inicio