El mito de la testosterona

El mito de la testosterona
Facebook Twitter Flipboard E-mail

Se habla a menudo de la testosterona, sobre todo para justificar los comportamientos violentos, las ansias de conquista territorial o los arrebatos de ambición de un tiburón de Wall Street; todas ellas, claro, facetas puramente masculinas, pues el hombre es el que posee mayores concentraciones de testosterona en su sangre. Una mujer con testosterona suena, no sé… ¿masculino?

Pero las cosas no son tan sencillas como parece. En el hombre hay continuas fluctuaciones de la testosterona. Por la mañana, por ejemplo, se produce el pico más elevado; luego desciende por la tarde; y asciende de nuevo por la noche, antes de irse a la cama. Pero si se extirpa la mayor fuente de testosterona en el hombre, sus testículos, tal y como se hacía años atrás con los eunucos o los castrati, podemos observar cambios, por supuesto, pero el hombre no se vuelve necesariamente menos agresivo de lo que lo era antes.

Un castrati tiene una voz más aflautada, si acaso, pero el pitufo castrati mantiene su mala leche. En la antigua China, algunos eunucos de la corte fueron sanguinarios asesinos, combatieron como soldados o fueron estupendo estrategas. No tenían testosterona, pero mantenían sus conductas testosterónicas.

Los delincuentes sexuales, por ejemplo los pederastas, que han sido sometidos a la castración química en Estados Unidos, ya no sólo siguen acosando a sus víctimas, sino que su frustración les ha llevado incluso a asesinarlas: la pérdida de los andrógenos testiculares atenuó su impulso sexual, pero su instinto agresivo permaneció intacto.

Es más, se ha comprobado que un descenso acusado de testosterona (así como un ascenso brusco) puede provocar agresividad e irritación, tal y como ocurre con los cambios bruscos de otras hormonas de nuestro organismo: tiroideas, esteroides, cortisol, etc.

Según un estudio realizado con reclusas, cuanto más elevados eran los niveles de testosterona más posibilidades había de que hubieran cometido delitos violentos; pero otro estudio indicó todo lo contrario. No hemos de olvidar, por ejemplo, que las mujeres con una alta concentración de testosterona también son más jóvenes, y la juventud es lo que tiene: más agilidad, más músculos, todavía puedes tener una idea de la muerte como algo ajeno o excitante.

La conclusión, pues, es que la testosterona está sobrevalorada, se habla demasiado de ella, que se usa demasiado como justificación para muchas cosas diferentes, desde la razón de un crimen hasta la aparente actitud pacífica de una mujer respecto a un hombre. Este último tema, por cierto, merecerá un post especial que está por llegar: una comparativa entre la violencia masculina y la violencia femenina.

Más información | Wikipedia

Comentarios cerrados
Inicio