Bombardeos cocleares en Dresde

Bombardeos cocleares en Dresde
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Hay lugares malditos que pueden estar en enclaves que en apariencia no son malditos. En lugares tan cotidianos que jamás podríamos imaginarnos que pueden ser peligrosos, pero que lo fueron en algún momento del pasado, y que sólo basta con concentrarse para escuchar el terror, como una psicofonía.

Esto sucede en la ciudad de Dresde, en Alemania. Es suficiente con acodarse en un puente de la ciudad para empezar a oír los bombardeos que ocurrieron durante la Segunda Guerra Mundial, como en una reconstrucción sonora de la historia.

Sucede gracias al proyecto denominado Touched Echo, que fue llevado a cabo por el artista alemán Markus Kison. Valiéndose de la conductividad del sonido que poseen los huesos, cualquiera puede transportarse al ataque aéreo del 13 de febrero de 1945 que, junto con Hiroshima y Nagasaki, fue una de las acciones más cruentas y más cuestionadas por los Aliados.

La tecnología que se usa para escuchar cómo la ciudad, abarrotada de población civil, fue literalmente arrasada es la misma que la empleada en los implantes cocleares o en esos divertidos cepillos de dientes para niños que, sólo al entrar en contacto con las piezas dentales, transmiten al oído un tema musical (yo, por ejemplo, me cepillo a diario los dientes con el We are the champions de The Queen).

Así pues, basta con situarse en una posición similar a la que adoptaría una persona para protegerse del estrépito de los 1.300 bombarderos pesados arrojando alrededor de 3.900 toneladas de bombas, con los codos sobre la barandilla y las manos tapando los oídos, y las grabaciones cruzarán los huesos de los brazos hasta llegar directamente al oído interno. Todo gracias a cuatro conductores de sonido, colocados en los balaustres.

De esta forma podréis contemplar de forma espectral la muerte de casi 40.000 civiles y la destrucción de 34 kilómetros cuadrados de una ciudad que era considerada, por su arquitectura barroca, como la Florencia del Elba.

El que sólo esté cruzando el puente, sin embargo, no oirá nada, salvo el sonido ambiente de un día normal en Dresde.

Vía | km77

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