Un puñado de cosas que no sabías sobre Australia: arañas desconocidas, explosiones nucleares y gigantescas reservas de oro

Un puñado de cosas que no sabías sobre Australia: arañas desconocidas, explosiones nucleares y gigantescas reservas de oro
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Australia, aunque os resulte imposible de creer, es un país apenas explorado.

E incluso hoy, en un mundo globalizado como el nuestro, pocas son las noticias que nos llegan del país de los canguros. Como apunta Bill Bryson en su libro En las antípodas:

Antes de salir de viaje fui a la biblioteca de mi pueblo, en New Hampshire, y busqué “Australia” en el New York Times Index para ver cuánta atención se le había dedicado en mi país en los últimos años. Empecé por el volumen de 1997 simplemente porque estaba abierto sobre la mesa. Durante todo el año, entre los temas de posible interés (…) el New York Times contenía 20 artículos que trataran principalmente de asuntos australianos. En el mismo periodo, para establecer una comparación, había encontrado 120 artículos sobre Perú, al menos 150 sobre Albania y una cantidad parecida sobre Camboya, más de trescientos sobre cada una de las Coreas, y más de quinientos sobre Israel. Como lugar que atrajera el interés de Estados Unidos, Australia estaba al mismo nivel de Bielorrusia y Burundi. (…) Que levanten la mano todos los que sepan cómo se llama el actual primer ministro australiano, en qué estado está Melbourne o sean capaces de contestar algunas preguntas sobre las antípodas que no se refieran al cricket, al rugby, a Mel Gibson o a la serie de televisión Neighbours.

De Australia a todos nos suena Sydney, sus playas o sus canguros. Pero Australia también posee un gigantesco desierto interior, el llamado outback, que esconde todavía muchos secretos incluso para los propios australianos.

Por ejemplo, el 80 % de las especies de araña australiana aún son desconocidas para la ciencia, como también lo son un tercio de los insectos.

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Tal es el tamaño de este lugar que hace años es posible que allí estallara una bomba nuclear y que nadie se enterara. A las 23:03, hora local, del 28 de mayo de 1993, un misterioso movimiento sísmico puso en alertar los sismógrafos de toda la región del Pacífico. El epicentro estaba localizado cerca de un lugar llamado Banjawarn Station en el Gran Desierto Victoria de Australia Occidental.

La explosión era 170 veces superior a la que producen las cargas explosivas de las minas de la zona, no se correspondía con un terremoto, y varios testigos oculares aseguraron haber visto un resplandor en el cielo. Años más tarde, se descubrió que todo había sido causado por una explosión nuclear perpetrada por un miembro del culto japonés del Día del Juicio Final, Aum Shinrikyo. Aum, el que fue responsable de la liberación del gas nervioso sarín que mató a doce personas en el metro de Tokio, poseía en propiedad 200.000 hectáreas de desierto en Australia Occidental, cerca del lugar del movimiento sísmico, donde había construido un laboratorio especializado y donde sus acólitos habían estado extrayendo uranio.

Pero en el New York Times sólo había aparecido un humilde artículo en 1997 refiriéndose a esta noticia. A pesar de que Australia es el sexto país más grande del mundo y la isla más extensa.

Así pues, Australia es un gran desconocido, pero su caluroso y asfixiante desierto, lo es aún más. Se estima que en sus inmensas tierras abrasadas por el sol pueden hallarse aún grandes reservas de oro. Bryson lo comenta así:

Hace poco, llegó un tipo sonriente de los desiertos occidentales arrastrando una pepita de oro de 27 kg. Era la pepita más grande nunca vista, y estaba tirada en el desierto. (…) En un entorno como éste proliferaban rumores de hallazgos fabulosos no explotados. La historia más famosa se refiere a un tal Harold Bell Lasseter, que en los años veinte afirmó haber encontrado una roca de oro de unos quince kilómetros en los desiertos centrales hacía treinta años, pero que por razones que no estaban a su alcance no había podido reclamarlo. Aunque parece inverosímil, la historia era más plausible de lo que puede hacer pensar una mera descripción.

Otra característica interesante de Australia son los roadtrains. En el outback discurren carreteras interminables, con tramos totalmente rectos de decenas o cientos de kilómetros, en los que sólo circula ocasionalmente algún que otro vehículo rociando de arenisca y polvo rojizo la cuneta. Líneas rectas de asfalto que tiemblan a la vista producto de las oleadas de calor, perdiéndose en el horizonte en un trémulo y evanescente punto.

Los viajes en coche por estos caminos desolados son tan monótonos que cruzarse con alguna gasolinera o cualquier otra cosa que rompa la linealidad del paisaje constituye todo un acontecimiento. Y ya no digamos si os cruzáis con otro vehículo en dirección contraria. Bill Bryson describe la experiencia como nadie en su libro de viajes sobre Australia En las antípodas:

Nunca había estado en un espacio tan vacío e ilimitado. (…) En una ocasión vimos un coche que venía de cara, cuyo conductor estaba sin duda sedado por la monotonía, que se salía de la carretera e iba dando bandazos durante un trecho dejando atrás una estela de polvo. Al acercarse a nosotros –advertido probablemente por la bocina de Allan– el conductor se despertó sobresaltado y giró el volante por reflejo para recuperar su posición en la carretera, pero lo hizo demasiado bruscamente y en consecuencia fue a parar a nuestro carril, lo que resultó pavoroso. Era absurdo: en una zona de indescriptible desolación, las dos únicas piezas en movimiento estaban a punto de chocar de forma brutal. Pasó un instante lleno por ambas partes de bocinazos, estremecimientos y bruscos y tensos virajes. Fue un momento rarísimo en que el tiempo se paró y pude ver perfectamente a nuestro involuntario asaltante, atrapado como en una fotografía indiscreta, mirándonos con una mezcla de desconcierto y disculpa.

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Pero la experiencia sensorial de encontrarse con otra persona en estas interminables carreteras solitarias se multiplica por mil cuando el otro vehículo es un roadtrain. En Australia se llaman así a los camiones con varios remolques que miden hasta 45 metros de largo y que transportan la mercancía entre los puntos más distantes del país. Y, en efecto, parecen trenes de carretera, tan largos que aquel letrerito que muchos camiones llevan en la parte trasera para avisarnos de sus hechuras y que pone, por ejemplo, “vehículo longo”, suena a pitorreo en un roadtrain. De nuevo recurro a la prosa de Bryson para que os hagáis una idea de lo que se siente cuando aparece en lontananza uno de estos monstruos de acero:

Encontrarse de cara con un roadtrain a toda velocidad en una carretera de dos carriles de la que desea ocupar todo el suyo y parte del tuyo es una experiencia energética: sientes un bum explosivo y pegas contra el aire que te desplaza, luego hay un inevitable tambaleo hacia el arcén, de frenética acción de los ejes como para perder los empastes dentales y vaciarte los bolsillos de monedas, te envuelve un manto de polvo rojo y arenoso, oyes una serie de crujidos metálicos y pedradas, y tú emites sonidos inarticulados involuntariamente conforme se aclara la polvareda y empiezas a ver algún canto rodado en lontananza; y de repente, una milagrosa vuelta a la tranquilidad y la normalidad cuando el coche recupera su carril en la carretera, como por voluntad propia, y sigue camino a Alice Springs.

Y podría seguir explicando cosas sobre uno de los países más conocidos/desconocidos del mundo, pero entonces este artículo quedaría muy largo… y ya no tendríais ningún aliciente para coger las maletas y lanzaros de cabeza a las Antípodas.

EDITADO: Como comentáis más abajo, en particular Alberto Marquez, lo de la explosión nuclear parece una invención. Diversas hipótesis se han manejado, siendo las más probables un impacto de meteorito o un terremoto.

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