Cuando se publicó un artículo completamente estúpido

Cuando se publicó un artículo completamente estúpido
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A pesar de toda su complejidad, escribir sobre ciencia resulta, en comparación con las humanidades, relativamente sencillo. La razón principal de esta sencillez estriba en que los temas objetos de glosa, si se me permite la analogía, son como piezas de un motor.

Puedes describir una bujía y su funcionamiento mecánico, pero también debes encajar esa explicación en el resto del motor. Localizar los errores en esa descripción, pues, resulta fácil: se están describiendo cosas medibles, cuantificables e interconectadas. Hay muy poco espacio para la opinión, y para las falacias de autoridad.

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En consecuencia, en un artículo científico se valora, sobre todo, la claridad expositiva y las fuentes de cada una de las afirmaciones vertidas. Una lenguaje oscuro y críptico, y una serie de aseveraciones sin sustento empírico que no puedan ser reproducibles por cualquiera que lo estime oportuno, son objeto de sospecha. Además, a menudo se describen fenómenos mediante matemáticas, un lenguaje que no admite ninguna clase de retórica.

Obviamente, la ciencia es más sencilla si nos circunscribimos a la Física, y se añade complejidad a medida que descendemos por la biología, la neurociencia, la genética, la psicología, la antropología… pues entran en juego muchas más variables, mayor cantidad de lagunas en el conocimiento, y muchas más interpretaciones. Es decir, cuanto más blanda sea una ciencia, más compleja resulta abordarla, y con más reservas debemos aceptar sus conclusiones.

Las humanidades, por lo tanto, resultan extremadamente complejas. De hecho, una parte de su cuerpo de conocimientos resulta subjetivo, se basa en una serie de acuerdos arbitrarios. La claridad expositiva en las humanidades debería ser la misma que se exige en ciencia, pero como estamos ante un tema objeto de glosa tan tremendamente intrincado, entonces algunos intelectuales aceptan que se precisa un lenguaje igualmente denso e intrincado, bajo la asunción de que uno está explicando algo complejo en tanto en cuanto el lenguaje empleado sea complejo.

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Por esa razón, resulta mucho más fácil colar un artículo humanístico o de ciencias sociales en una revista profesional: porque si parece muy pomposo y recargado, hasta el punto de que ni siquiera el revisor entienda lo expuesto (o lo entienda a su manera, dado que el sentido no es unívoco), entonces se sospecha que el artículo habla de cosas profundas e importantes.

Una de las mayores críticas a este defecto la hizo Alan Sokal en su célebre affair Sokal. Cuando el físico Alan Sokal denunció la oscuridad y la ambigüedad de las ciencias sociales publicando un artículo en una prestigiosa revista sobre ciencia social precisamente escrito con oscuridad y ambigüedad, así como incongruencias manifiestas y errores científicos. Podéis leer más sobre ello en [Libros que nos inspiran] ‘Imposturas intelectuales’, de Alan Sokal y Jean Bricmont.

Pero aún más embarazoso fue, si cabe, el conocido como Escándalo SCIgen. Fue fruto de la mente de tres estudiantes del MIT, que habían diseñado un programa de ordenador llamado SCIgen, que generaba frases aleatorias que aparentaban tener sentido pero que en realidad eran simples frases altisonantes que no decían nada. El artículo era, según definieron, “un completo batiburrillo de estupideces que pasó directamente el supuesto filtro del comité de selección.”

Hasta el punto de que uno de los artículos generados aleatoriamente propició que se invitara a los autores en 2005 a impartir una conferencia sobre su investigación en el congreso internacional de Computación WMSCI. El título del artículo era: Rooter: una metodología para la unificación típica de los puntos de acceso y redundancia.

Naturalmente, no solo las revistas profesionales de las ciencias sociales cometen errores a la hora de aceptar artículos falsos: también sucede en el mundo de las ciencias más duras, cuando se emplea sobre todo jerga científica en campos altamente especializados (donde, a veces, hasta científicos colegas desconocen) y estadística (fundamental para poder entender el grado de validez del estudio). Sin contar con los Estudios silenciados: una lacra de la investigación médica. Con todo, Los científicos pueden ser un fraude; la ciencia, no.

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