Cada vez queremos más carne (y II): la carne sintetizada en laboratorio

Cada vez queremos más carne (y II): la carne sintetizada en laboratorio
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Tal y como adelantábamos en la primera entrega de este artículo, el consumo de carne se está volviendo tan ubicuo que las prácticas ganaderas tradicionales empiezan a tocar techo.

Una posible solución a este déficit puede llegar gracias a la carne cultivada o in vitro, que es carne que ha crecido a partir de células musculares en el interior de biorreactores.

Tras crearse en el año 200 proteínas comestibles para el desarrollo muscular a partir de células de carpa dorada, en el año 2007 se formó el Consorcio de la Carne In Vitro para promover la producción a gran escala de la carne cultivada.

Este tipo de carne podría ser igual de competitiva en términos económicos que la carne tradicional, e incluso la PETA (Personas para el Trato Ético de los Animales) creó un incentivo en forma de premio de millón de dólares para que las investigaciones se aceleraran. Tal y como señala Peter H. Diamandis en Abundancia, que considera que la carne sintética pronto estará en nuestros platos:

En 2009, unos científicos de Holanda habían conseguido convertir células de cerdo en carne de ese animal en una placa Petri. Desde entonces se han hecho más trabajos, y aunque seguimos estando a una década de llevar esa tecnología al mercado, definitivamente vamos en esa dirección. Proporcionar a la gente proteínas no es todo lo que producirá este cambio. “La cría de ganado siempre va a ser un desastre medioambiental, y la carne picada siempre va a ser mala para la salud, dice Jason Matheny, director de New Harvers, una organización sin ánimo de lucro que financia investigaciones sobre la carne cultivada.

Menos enfermedades

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Muchos casos de enfermedades se deben a la contaminación de la carne tradicional, por ejemplo cuando en los mataderos se cortan accidentalmente el tracto intestinal de los animales. La carne cultivada no tiene tracto gastrointestinal. No hay riesgos de contaminación por bacterias dañinas.

Es cierto que el consumidor será remiso al principio a deshacerse de la carne tradicional, pero eso podría cambiar muy pronto a medida que los precios bajen, el sabor se compruebe como igualmente delicioso y, también, se expanda el conocimiento sobre los beneficios de la comida transgénica. Al igual que nos diabéticos se inyectan insulina transgénica sin problema, las personas pronto vivirán con riñones cultivados en laboratorio, ¿por qué deberíamos preocuparnos de que la carne cultivada pase a nuestro estómago?

Sin contar lo que pudiera suponer el pequeño “sacrificio” de cambiar nuestro hábitos alimentarios sin renunciar al sabor ni a los caprichos cárnicos:

Más allá de los crecientes beneficios para la salud, tanto por la carne reforzada nutricionalmente como por la reducción de la posibilidad de pandemia, el 30 por ciento de la superficie del mundo que se utiliza actualmente para el ganado podría ser reforestada. El trozo de la Amazonia, del tamaño de Bélgica, de bosque tropical arrasado anualmente para la cría de ganado, ahora se podría mantener intacto; el 40 por ciento del cereal que ahora devora el ganado podría redirigirse al consumo humano, y los 40.000 millones de animales sacrificados anualmente (solo en Estados Unidos) ya no tendrían que sufrir en nuestro beneficio.

Fotos | Myrabella | Alx 91

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