El fascinante pueblo de Skara Brae... del que todos se fueron corriendo sin motivo aparente

El fascinante pueblo de Skara Brae... del que todos se fueron corriendo sin motivo aparente
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Esencialmente hay dos formas de viajar. Haciendo turismo al tuntún: coges un vuelo, te plantas en una capital y te pones a recorrer los sitios típicos que figuran en la guía de viajes. O mucho más interesante: empapándote, antes del viaje, de la historia, la geografía o la ciencia del lugar donde vas a ir.

Entonces, las cosas más mundanas se convierten en cosas épicas (épica de lo cotidiano, lo llamo yo). No todo se basa en contemplar las pirámides y la Torre Eiffel o cualquier otro icono que llama la atención porque es gigantesco, sino en aprender a mirar cosas diminutas o rincones que pasan desapercibidos.

Por ejemplo, imaginad que viajáis a Escocia.

Imaginad que alquiláis un coche y os plantáis al norte, cogéis un barco y recaláis hasta las islas Orcadas. Como ya os expliqué en Buscando acero alemán de la Primera Guerra Mundial para alcanzar las estrellas, las Orcadas es un lugar fascinante si os atrevéis a practicar submarinismo: un puerto natural repleto de pecios pertenecientes a una flota de buques alemanes de la Primera Guerra Mundial, cuyo acero se utiliza para la fabricación de monitores de radiación extremadamente sensibles como los empleados en naves espaciales. Porque ese acero fue forjado antes de que la humanidad hiciera explotar sus primeras bombas atómicas. Ese acero, pues, no contiene las pequeñas trazas de contaminación radiactiva que contiene el resto del acero forjado después de que explotaran las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

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Si bucear entre este espectáculo no os parece suficiente, entonces podéis quedar en tierra. Y si aprendéis a mirar, contemplaréis cosas tan extraordinarias como Skara Brae. Un lugar que existe gracias a una tormenta. Bueno, mejor dicho: que hemos descubierto que existe gracias a una tormenta.

El temporal asoló Gran Bretaña en 1850 y se prolongó durante dos días. Causó estragos, mató a mucha gente. Pero también hizo otra cosa a 1.100 km al norte, en las islas Orcadas, concretamente en la bahía de O´Skaill: arrancó la hierba de un montículo de suelo irregular que dejaron a la vista los restos de un antiguo y sólido poblado construido en piedra, con sus casas sin tejado aunque intactas. Un total de 9 casas con más de 5.000 años de antigüedad. Sí, un poblado que mantenía mucho de su contenido original que es más antiguo que Stonehenge y las Pirámides.

A pesar de que eran viviendas de habitantes del Neolítico, las casas sorprenden por su sofisticación: tienen cerradura, un sistema de desagüe e, incluso, fontanería elemental con aberturas en las paredes para evacuar los deshechos.

Cada casa tenía aparadores empotrados, hornacinas de almacenamiento, compartimentos encajados que presumiblemente eran camas, depósitos de agua y capas de material aislante que servirían para mantener los interiores confortables y sin humedades. Las casas eran todas de un único tamaño y estaban construidas siguiendo el mismo tipo de planta, lo que sugiere una especie de genial comuna más que una jerarquía tribal convencional. Entre las casas había pasadizos cubiertos que conducían a un área abierta pavimentada (apodada “el mercado” por los primeros arqueólogos), donde se realizarían labores en un entorno social.

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Sin embargo, a pesar de todas las comodidades de las que gozaban los habitantes de Skara Brae (joyas, cerámica, trigo, cebada, marisco, pescado, ganado, perros… excepto madera: se calentaban quemando algas), los habitantes de Skara Brae se marcharon. Atropelladamente. Como se huyeran de algo, como de nuevo explica Bill Bryson:

No sabemos nada sobre esa gente (de dónde venían, qué idioma hablaban, qué los llevó a establecerse en un lugar tan solitario en el extremo más desarbolado de Europa), pero todas las evidencias encontradas indican que al parecer Skara Brae disfrutó de seiscientos años de paz y tranquilidad ininterrumpidas. Entonces, un día, en torno al 2500 a. C., los habitantes del poblado desaparecieron, de forma repentina, por lo que parece. En el pasadizo que hay justo enfrente de una de las viviendas se descubrieron un montón de cuentas ornamentales diseminadas, algo que tenía que ser muy valioso para su propietario, lo que sugiere que el collar se rompió y su propietario tenía tanto miedo que ni siquiera se detuvo a recogerlo. Como tantas otras cosas, es imposible aseverar por qué la vida feliz e idílica de Skara Brae tuvo un final repentino.

Sin duda daría para una historia de ciencia ficción o de conspiranoia histórica (o prehistórica). Como tantos otros lugares que sólo se atisban si aprendemos escudriñar. Y sólo se escudriña si previamente se dispone de información. Tenedlo en cuenta para las próximas vacaciones.

Más datos curiosos de Skara Brae: en el poblado hay una estancia que sólo puede abrirse desde fuera, lo cual sugiere que podían confinar a gente allí dentro, en una especie de cárcel: a pesar de lo lejos que estaban de todo y lo pequeña que era la comunidad, los habitantes de Skara Brae también contaban con miembros que necesitaban castigo u ostracismo.

También hay unos desconcertantes depósitos estancos, en todas las casas. No se sabe la razón. Se sugiere que quizá los usaban para almacenar lapas, un molusco de concha dura que abunda en la zona. Pero ¿por qué las almacenaban? Y lo más importante: las lapas son difíciles de comer y aportan escasas calorías: son tan correosas que masticarlas precisa de más energía de la que aportan.

Y aunque parezca sorprendente: después del descubrimiento de Skara Brae, transcurrieron más de tres cuartos de siglo hasta que alguien volviera a pasarse por allí a echar un vistazo.

Si os gustan esta clase de viajes en los que cada paso es un descubrimiento, no os perdáis tampoco el otro viaje que realizó Xataka Ciencia a la isla feudal de Sark, la isla del millón de estrellas.
Vía | En casa de Bill Bryson

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