NeoNurture: la historia del “coche” que más vidas ha salvado en el mundo

NeoNurture: la historia del “coche” que más vidas ha salvado en el mundo
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La imagen generalizada de un coche, además de otras, es la de ataúd con ruedas. Los coches matan a la gente. Y si son de color negro y con las lunas tintadas, entonces recuerdan a la Parca. Sin embargo, hay un coche que hace justo lo contrario.

El NeoNurture es el coche que más vidas humanas ha salvado. Bueno, si somos precisos no estamos hablando de un coche, pero sí que fue concebido como tal.

Pero vayamos al principio para entenderlo mejor.

Uno de los aparatos médicos que más vidas ha salvado es la incubadora. Antes de ello, el porcentaje de bebés que morían en el nacimiento era elevadísima: si el 66 % de los nacidos con bajo peso moría a las pocas semanas de nacer, tras el invento de la incubadora sólo corría ese destino el 38 %.

Pocos años después del invento de aquella caja para mantener el calor corporal de los recién nacidos, las autoridades de París decretaron incluso la obligación de instalar incubadoras en todos los hospitales de maternidad.

La incubadora era un aparato tan sencillo pero revolucionario que incluso se empezaron a hacer demostraciones públicas de gran éxito, desde la de la Exposición de Berlín en 1896 hasta las del parque de atracciones neoyorquino de Coney Island, que duraron hasta principios de la década de 1940.

Sin embargo, las incubadoras presentaban un problema para los países en vías de desarrollo. En países como Liberia o Etiopía 100 recién nacidos de cada 1.000 mueren; en Europa o Estados Unidos son menos de 10 de cada 1.000. La mayoría de estas muertes podrían evitarse con las incubadoras, pero tal y como explica Steven Johnson en su libro Las buenas ideas:

las incubadoras de hoy son aparatos complejos y caros. Una de las que se usan normalmente en Estados Unidos puede costar más de cuarenta mil dólares. Además, el problema no es solo lo que cuestan; los aparatos complicados se estropean, y entonces hace falta un experto para arreglarlos, y hacen falta además repuestos. En el curso del año que siguió al tsunami del océano Índico de 2004, la ciudad indonesia de Meulaboh recibió ocho incubadoras, donadas por diversas ONGs internacionales. A finales de 2008, un profesor del MIT llamado Timothy Prestero visitó el hospital de esa ciudad y vio que las ocho estaban fuera de servicio, por culpa de los altibajos de la tensión eléctrica y de la humedad tropical; además, el personal médico no sabía inglés y no podía leer el manual de reparaciones.

Entonces Prestero tuvo una iluminación. La solución residía en los coches. Concretamente en las entrañas de los coches. La idea original fue de un médico de Boston llamado Jonathan Rosen, que había advertido que incluso en los pueblos más pequeños de algunos países del Tercer Mundo parecían arreglárselas para conservar los automóviles en razonable buen estado.

Es decir, si bien no había determinada tecnología, estos países tenían habilidades mecánicas relativas a la automoción bastante holgadas. Entonces ¿por qué no…? ¿Os acordáis de aquella escena de Back to the Future en la que Doc justifica haber construido una máquina del tiempo con un coche con algo así como “si vas a construir una máquina del tiempo, ¿por qué no hacerlo con estilo?” Pues algo parecido pensó Rosen: si vas a construir una incubadora, ¿por qué no hacerlo en un coche?

Si las incubadoras fueran como coches, estos países en vías de desarrollo tendrían la capacidad de abordarlos técnicamente. Dicho y hecho, Prestero, gracias a su empresa Design that Matters, presentó tres años después un prototipo denominado NeoNurture. Una chisme que por fuera parecía una sencilla incubadora, pero que por dentro se asemejaba a un coche.

El calor, que es lo principal, lo brindaban unos faros sellados; la circulación de aire se hacía con un ventilador de motor, y las alarmas sonaban con las campanillas de las puertas. El aparato se podía enchufar con un mechero de coche adaptado, o conectarse a una batería de motocicleta estándar. El que la NeoNurture se construyera con este tipo de componentes fue eficiente en dos sentidos: en el lugar donde se instalara habría repuestos para ella, como ya sabían, y habría además los conocimientos necesarios, porque eran los mismos que se aplicaban a la reparación de coches. Ambas cosas, como a Rosen le gustaba decir, abundaban en los países en vías de desarrollo. Y no había que ser técnico cualificado para arreglar una NeoNurture; no había ni que leerse el manual: si sabías cambiarle un faro a un coche, sabrías hacerlo.

Vamos, una incubadora Transformer, de la rama autobot (NeoNurter… hasta tiene nombre de autobot). En definitiva, una buena idea.

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