La pureza blanca de la cal de la Casa Blanca

La pureza blanca de la cal de la Casa Blanca
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La cal es óxido de calcio, que se produce calentando greda, caliza o conchas marinas para extraer el dióxido de carbono; el polvo blanco resultante, muy alcalino, absorbe después agua y dióxido de carbono del aire.

Con la cal se revistió la residencia del presidente de los Estados Unidos, y por ello empezó a llamarse Casa Blanca. Una cal que procede de lugares como la isla de Wight, en el sur de Inglaterra (un lugar que fue la responsable de que Inglaterra también se conozca como Albión). Podéis leer más al respecto en ¿Qué tienen en común la Casa Blanca y la isla más grande Inglaterra?

Blanquear, enjalbegar o encalar es la acción de añadir una capa de aguada de cal. Las tumbas, por ejemplo, se pintaban con cal para protegerlas de la intemperie, aunque así también se dotaba a la tumba de cierto aire limpio y puro, acaso para ocultar la podredumbre de la muerte.

Wight

Lo explica así Hugh Aldersey-Williams en La tabla periódica:

La cal se emplea en los enterramientos debido a esa propiedad higroscópica: extrae la humedad del cuerpo y reduce el riesgo de enfermedades debidas a la putrefacción. Saturada de agua, o apagada (o muerta), se convierte en lechada o jalbegue. La cal del mortero se seca rápidamente, sustituyendo el agua que pierde con dióxido de carbono, lo que hace que el polvo blanco y blando se transforme en piedra duradera.

Resulta irónico, pues, que la cal que se echa a la tumba fue en su momento vida en forma de millones de minúsculos organismos marinos, y que, a su vez, nuestros huesos pueden convertirse en el alimento de futuras generaciones de animales con caparazón.

Así pues, el calcio es el elemento que se encuentra en el meollo químico de la cal, la caliza, la greda y además en muchos minerales, como la calcita y el yeso. El calcio no es el único elemento que forma compuestos blancos de manera dominante o completa, o pero mediante estos materiales naturales importantes y abundantes es el elemento que más asociamos con la ausencia de color. Aparte de la nieve, nuestros símiles para la blancura son calcáreos: blanco como el mármol, el alabastro, la creta; blanco como el marfil, el hueso o los dientes; blanco como la perla.

Blancos, pues, como los Acantilados Blancos de Dover. O como los acantilados de la isla de Wight, que antes os mencionaba.

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